"Después de esto creo que nada es imposible". Así de segura se muestra Joana Rosselló, que junto a Francisca Bauçà, Salvadora Riutort y Francisca Rayó forman el grupo de alumnas más especiales del Centro de Enseñanza de Personas Adultas de sa Pobla. Las cuatro tienen dos cosas en común: más de setenta años y que no están dispuestas a renunciar a estudiar. Las cuatro alumnas constituyen un claro ejemplo de que el aprendizaje no es una cuestión de edad y de que es posible ponerse a estudiar más allá de la barrera de los 70 años.

De octubre a junio y durante cuatro horas a la semana, estas alumnas reciben clases de lectura, escritura y matemáticas en sa Pobla. "Nacimos en una época en la que no era obligatorio estudiar y dejábamos muy pronto las clases para trabajar en el campo o cuidar de nuestros hermanos", cuentan.

De hecho, la mayoría no asistía a clase de manera regular y cuando lo hacían muchas de ellas no estudiaban las asignaturas que ahora se imparten en los colegios. "Yo asistí a clase hasta los trece años, pero no aprendí nada. Como era una niña sólo me enseñaron cómo llevar la casa, a rezar y hacer ganchillo", asegura Francisca Rayó, la más veterana del grupo con 85 años.

Ahora, con un hambre voraz por aprender, Francisca Rayó puede presumir de saber leer y escribir perfectamente y aunque es la mayor del grupo, es quien mejor domina el cálculo.

Cultura es igual a independencia

Además de recuperar el tiempo perdido, uno de los principales objetivos de las alumnas es poder poseer cierta independencia que les permita leer y escribir sin la ayuda de sus maridos, hijos o nietos. "Las mujeres antes no pintábamos nada, éramos un cero a la izquierda y muchas han sufrido en silencio, pero ahora por suerte ya no hay diferencias y hay que aprovecharlo", explica Francisca Bauçà.

No obstante, todas reciben el apoyo incondicional de su familia, que les alienta a ir a clase. "Sin el apoyo de mi familia sería complicado, pero ellos me dicen que no lo deje y sólo lamento no haberme apuntado antes, así que recomiendo a las mujeres de mi edad que no se avergüencen y vengan a clase", sostiene Salvadora.

A pesar de que estudian en castellano, la voluntad de todas ellas es llegar a saber leer y escribir en catalán, dado que la mayoría de correspondencia que llega a sus casas es en la lengua de Ramón Llull.

"Son muy buenas alumnas"

Bel Crespí es la profesora de estas alumnas tan especiales y está muy orgullosa de sus progresos: "la verdad es que es un trabajo muy agradecido porque las cuatro son muy buenas alumnas y tienen mucho interés por aprender; se trata de un grupo muy bien avenido".

Sin embargo, no todos los alumnos son de edad avanzada. Andreu Pons es el contrapunto de las cuatro. Es un joven de Campanet de 29 años de edad que estudia con ellas y que aporta a las clases frescura y humor, "una combinación perfecta", confiesa la profesora.

Las ganas de saber no tienen límites. Joana Rosselló adelanta que uno de sus próximos objetivos será asistir a clases de informática para conocer "cómo funcionan los ordenadores y saber lo que es internet".

Precisamente, la informática es una de las materias que más atraen a los mayores y actualmente el Centro de Enseñanza de Personas Adultas de sa Pobla ya tiene en sus aulas a dos alumnos de setenta años que cursan esta modalidad. Ellos también quieren adaptarse a los nuevos tiempos que corren.