­"Si las niñas jugábamos con niños, nos miraban con mala cara. Era considerado pecado". "Ya estaba casada, cuando conocí a los chicos que habían nacido el mismo año que yo". Así recuerda su infancia, allá por los años 50, Maria Roscar Miralles, y la diferencia de roles, también en el juego.

"No había dinero para comprar juguetes. Teníamos que hacerlos nosotras o dar rienda suelta a nuestra imaginación o aprovechar cualquier cosa sin valor, como un hilo o unos trozos de ropa para jugar". Entre los juegos de los años cincuenta pertenecientes al sexo femenino y que no necesitaban material alguno, recuerda uno, en que las niñas se cogían por los brazos, dándose la espalda y se decían; On estàs? / Damunt una tauleta/ Què menges? /Pa i cirereta / Què beus?/ Aigua de la mar / Gira´t gira´t …"

O el de los ´colores´, en el que había el grupo de ´ángel bueno´ y el del ´ángel malo´ que mantenían este diálogo: "Toc, toc/ Qui és/ L´àngel dolent/ Què cerques? / el vermell". De esta forma los miembros de un grupo iban pidiendo colores que correspondían a diferentes niñas y se las llevaban consigo. El grupo que más colores adivinaba era el ganador.

La influencia del castellano de la época centralista estaba presente también en los entretenimentos infantiles. "La niñas éramos muy presumidas (misseres, como dicen en Montuïri) y nos gustaba cantar y hacer gesticulaciones con el cuerpo: Grandes y pequeñas/ venid a jugar/ entre la ronda la que quiero más/ la cojo por la mano/ y la llevo a pasear…"

Parecido al anterior estaba aquel entretenimiento que se acompañaba con otra canción en castellano: "A las afueras de este pueblo/ han puesto una librería/ con los libros muy baratos./ Al salir de la escalera/ un mosquito me picó/ me picó, me picó/ me picó en la oreja/ y en la calle me dejó".

En solitario

Otros pasatiempos que solamente requerían la propia persona eran el de las ´estatues´, ´quatre cantons´, ´la una salta la mula´, ´a peu coix´, ´tocar bauleta´, ´conillons d´amagat´, ´puça puça qui t´ha punyit´, ´piso´, o ´la rata i el moix´ donde un niño perseguía a otro y debía pasar por los mismo sitios que el primero. Todos ellos practicados por los pequeños de ambos sexos, eso sí, por separado.

Objetos de poco valor posibilitaban el disfrute infantil. Una cuerda servía para saltar a la comba en sus variedades de ´volta sencera´, ´rellotge´ o ´l´arbre creix´ (la cuerda iba subiendo), ´jully´ (daba las vueltas rápidamente).

Otros objetos eran fáciles de encontrar: las hojas de chumbera, el polvo que sacaban de las paredes para hacer harina para la cocina, un viejo sombrero para cazar mariposas, un hilo para hacer figuras geométricas con las dos manos situadas frente a otra amiga que las debía coger sin descomponerlas y hacerlas más complicadas.

Con botes construían zancos, con ortigas se perseguían, con pastillas Juanola fabricaban balanzas… Jugaban al ´anellet´ o al ´tiro por tiro´. En ´amagar corretja´ la palabra foc significaba que estabas cerca de encontrarla mientras que si escuchabas aigua sabías que estabas lejos".

Las noches eran largas: "con apenas luz y donde no circulaban coches". Les gustaba "cercar llanternes" al tiempo que recitaban La lluneta de pagès/ qui la trepitja ja no hi és , recreación que se practicaba con la tenue luz que salía de las puertas de las casas.

Sin tiendas

"No había tiendas de juguetes entonces. Solamente cuando venían los Reyes se vendían algunos en la droguería "d´abaix" y en Ca n´Aina Llavor. La falta de juegos sofisticados hacía despertar su imaginación, aumentar sus habilidades manuales y practicar el ejercicio físico. Con "papel, ceniza y una cuerda" construían un arruixador que hacían girar para que desparramara el paperí, cuanto más alto, mejor. "Las niñas confeccionábamos los vestidos de las muñecas con retazos de ropa", rememora María.