Sílvia Trias (Can Picafort, 1984) no puede ocultar su emoción. Es consciente de que la suya, aunque meditada, es una especie de aventura de riesgo. Nunca mejor dicho. Porque entrar en Can Bruix, el nuevo restaurante temático que inauguró ayer en la calle de Sant Joan de Manacor, ya es adentrarse en un mundo peculiar de mesas redondas, caballeros y brujas. Estando en el paro, decidió formarse en el curso para nuevos emprendedores de la dirección general de responsabilidad Social. 420 horas después ayer abrió.

—¿Cuándo decidió que a la ciudad le hacía falta un restaurante temático?

—Mi novio tenía una casa abandonada. Hace un año y medio decidimos limpiarla para ver qué había dentro. Descubrimos que tanto el espacio como los muebles nos recordaban a la época medieval y ya pensamos vagamente en la idea. Lo sorprendente es que un día tomando un café vi el anuncio para mujeres emprendedoras en el periódico. Pensé que no podía ser casualidad y me apunté.

—¿Qué le enseñaron?

—Cómo llevar una empresa, estrategias, contabilidad, a controlar el estrés... Incluso montamos una empresa ficticia de jabones.

—¿Los pequeños empresarios se estresan con facilidad?

—Así es. A veces los nervios de ver que el negocio, sea cual sea, no va del todo bien, hace que mucha gente lo deje a los pocos meses fruto de la ansiedad y el bloqueo.

—¿Dónde trabajaba usted hasta ahora?

—Medio año en el sector turístico y el otro medio estaba en el paro. Verá, yo amo la cocina, pero no me veo en un hotel friendo patatas o croquetas durante todo el día. Soy demasiado inquieta.

—¿Cuánto cuesta abrir un negocio como el suyo hoy en día?

—Yo sólo puedo hablarle de mi experiencia. Vine aquí desde Can Picafort, donde por 52 metros cuadrados de vivienda me pedían 24 millones de pesetas y un traspaso cuesta unos 50.000 euros. Para poder abrir Can Bruix he desembolsado unos 28.000 euros, para los que he tenido que solicitar un microcrédito.

—¿Ha sido complicado?

—Mucho. Me pedían un plan de empresa y otro de viabilidad del negocio, por lo que necesité la ayuda de la conselleria de Formación.

—¿Este castillo de la pared lo ha tallado usted?

—La talla es obra de mi novio Tomeu, quien también trabajará de camarero. Es un trabajo muy laborioso a base de cuchillos y destornilladores. Pero en la pintura sí que he colaborado activamente.

—He visto que tienen la sala de la mesa redonda y la habitación del mago Merlín, pero ¿qué hay de la comida?

—Habrá desde pasta hasta ensaladas, carnes y pambolis. Que sea el primero temático no significará que le falte calidad. Todo va a ser elaborado aquí, la ternera es menorquina, el queso ecológico y disponemos de un huerto para suministrarnos con frutas y hortalizas de primera mano. Además de disponer de un menú especial para celíacos. Un cocinero normal me pediría 5.000 euros al mes por hacer todo eso...

—Recomiéndeme un plato

—Intento mezclar los sabores y productos asiáticos, marroquíes o de la India con los que tenemos aquí: Fideos de arroz, costillar con salsa de moras, medallones de ternera con cabrales fundido o pechuga de pollo a la plancha con manzana y pera caramelizada.