Jornadas interminables en época de temperatura poco propicia para los estragos laborales. Nada nuevo porque hace lustros que lo que queda de la economía de Balears se cimenta sobre estos estragos. No es extraño por tanto que sobre este escenario se haya dibujado la convicción de que, en el mundo de la hostelería, quien más quien menos anda ´quemado´. Aún con ello, los touroperadores reunidos en Alcúdia piden más amabilidad para sus clientes. Sonríe hasta que desfallezcas vienen a decir los mayoristas, pero si atendemos a los afectados o potenciales beneficiaros, resulta que no hace falta caer en el desmayo para tener contentos a los visitantes porque, según se reitera en esta misma página, con opiniones con nombres y apellidos, el problema no está en la dimensión o amplitud de la sonrisa. Radica en los altos precios y en las dificultades de transporte para moverse con solvencia y libertad por el interior de Mallorca, dos inconvenientes que acaban poniendo cara larga y apagando la sonrisa de los turista y sobre los cuales también tienen podrían pronunciarse los touroperadores, porque les afecta de lleno.

Que el turismo de sol y playa esté quemado por explotación monocorde, no significa necesariamente que sus profesionales lo estén. Es consecuencia del mero instinto de supervivencia, que acaba salvando a cualquiera, incluso al más perezoso o menos creativo, sobre todo ahora, en tiempos de establecimientos poco concurridos y clientes en declive.

Los trabajadores de la hostelería, derivados y complementos, llevan demasiadas lesiones en el cuerpo y están curtidos de sobra para haber aprendido ya, a estas alturas, que en la sonrisa y la amabilidad les va el sueldo. Por eso es posible que la reivindicación de mayor simpatía que les hacen sus patronos les acabe provocando una amarga carcajada. La petición de los touroperadores tiene mucho de marketing de despacho y poco de trabajo de campo sobre la arena, siempre incómoda en términos laborales, o la terraza que exige equilibrios con uniforme acalorado.

Incluso diríamos más, la sonrisa de los profesionales de los servicios tiene poco de forzada y nada de falsa. Dispone de la autenticidad de quien sabe que de ella depende el sustento. Ojalá todos los problemas de la hostelería y el turismo de Mallorca pudieran arreglarse con buena cara. Pero es misión imposible porque las dolencias reales están en su cuerpo y alma. Tampoco pueden exigir que, en este caso, la cara deje de ser el espejo del alma.