Ni bueno ni malo, o todo a la vez. Tampoco vale la pena discutirlo porque es real y cotidiano, por tanto hay que afrontarlo y asumirlo. La inmigración, pese a sus variedades, es una uniformidad que implanta un rejuvenecimiento de la población y todo un vuelco social. Los nuevos manacorins son ciudadanos del mundo con un pie en Rabat o Quito y el otro en sa Bassa. Antoni Pastor y Cati Julve sueñan en que puedan votarles un día, y Mohamed VI en que le manden divisas. El tiempo y la situación económica dirán si eso también es desarraigo de todo o integración en una aldea global de identidades confusas.