A Peter Eisenmann le gustaría llevar personalmente las riendas del carro mientras se balancea lentamente por el camino de una pequeña colina. Ni desde el punto más alto se divisan los límites de es Fangar. La extensión de esta enorme finca comprende algo más de 1.000 hectáreas, propiedad del empresario alemán. La mayor parte de los terrenos está en el municipio de Manacor y una pequeña parte, en el de Felanitx. Hoy el dueño se ha sentado a lado del cochero. Detrás van su esposa, Sabine, y el administrador de la finca, Christian Schönfelder. Es la primera vez que Eisenmann invita a periodistas a visitarle en sus terrenos. Al empresario no le gusta ser foco de atención pública. Incluso en la página web de su empresa de alta tecnología, denominada Eisenmann AG, que opera en todo el mundo y de la que el hombre de 67 años es el presidente del consejo de administración, sólo es nombrado discretamente.

Ni juega al golf ni le gustan los coches extravagantes. "Prefiero un buen tractor a un Ferrari". Así se expresa Eisenmann. En los últimos años se ha ido retirando cada vez más de la empresa familiar con proyección internacional para dedicarse tranquila y casi secretamente a la agricultura ecológica en es Fangar. Su abuelo fue agricultor. La vida en la naturaleza le supone el contrapunto a su trayectoria empresarial. Su empresa construye en todo el mundo instalaciones de alta ingeniería. La mitad de sus 2.400 empleados son ingenieros.

Eisenmann explica que, cuando en el año 2000 buscaba en la isla unos terrenos adecuados, también le ofrecieron Raixa, Planícia y Son Real, hoy en día de titularidad pública. Pero se decidió por es Fangar, pese a tratarse de una finca cinco veces mayor a las dimensiones que él se había imaginado. "Desde el principio estuvimos entusiasmados con los terrenos", admite su mujer, quien se ocupó de poner en marcha la agricultura y la cría de caballos.

Camino público

Que los Eisenmann sean conocidos en la isla, pese a vivir tranquilos y retirados, se debe sobre todo a un grupo activo de mallorquines que se ha propuesto conseguir el libre paso por los caminos de excursionistas de Mallorca. Pro Camins Públics i Oberts realizó manifestaciones frente a las puertas de Eisenmann durante años, pero él las mantuvo firmemente cerradas. El conflicto terminó recientemente con un principio de acuerdo extrajudicial. Las duras negociaciones –los abogados de Eisenmann y los miembros de la plataforma se reunieron unas 20 veces– han concluido con el permiso para que los excursionistas utilicen el camino. Quedan excluidos dos tramos de senderos que pasan por delante de la casa de Eisenmann. Como contraprestación, el alemán aceptó donar 50.000 euros a dos instituciones benéficas dedicadas a los discapacitados y 190.000 metros cuadrados al Ayuntamiento para que haga actividades lúdicas y educativas. Para que el acuerdo prospere, el Ayuntamiento (formado por PP-AIPC) aún debe validar el documento. "No tengo nada en contra de los excursionistas, mientras no salgan de los caminos, se comporten correctamente y lleven sus perros atados", dice.

Históricamente, es Fangar, con sus 3.000 hectáreas, era tres veces el tamaño de lo que es hoy, pero fue vendida por sus dueños por partes. Antes de Eisenmann, el propietario era Pedro J. Bonín, quien había hecho una fortuna en el Caribe. Ya entonces se criaban caballos en la finca. También se dedicó a la viticultura, pero como en muchos otros viñedos isleños, una plaga de filoxera acabó con las cepas a principios del siglo pasado.

Es Fangar se encontraba en un deplorable estado cuando Eisenmann firmó la escritura de compraventa hace ahora nueve años. Tardaron de tres a cuatro años en devolver la vida al suelo muerto mediante el compostaje, señala Sabine. Lo hicieron con restos como la poda de árboles y vegetación, paja y excrementos de caballo. En estos cultivos crece principalmente heno y cereales para sus 41 caballos, que además tienen 120 hectáreas para poder pastar a sus anchas.

Es Fangar tiene fama de ser un modelo a seguir en cuanto a agricultura ecológica y el año pasado se celebró la primera fiesta del vino. Las 24 toneladas de uva que se produjeron se vendieron a otros viticultores, ya que aún no disponen de bodega, porque carecen del permiso de obras, lamenta Eisenmann. Y señala una depresión del terreno entre dos colinas sembradas con parras. "Ahí, en el límite norte de la finca y desde donde se divisan las casas de los vecinos, es donde teníamos previsto construir la bodega". En la finca trabajan 30 empleados fijos y otros 30 ayudan en las cosechas.

Rehabilitación de la finca

Eisenmann cuenta que, en el año 2000, al comprar los terrenos, pensó que en 2003 habrían concluido la mayoría de los trabajos. Sin embargo, entonces no tenía todos los permisos. No hay edificaciones nuevas en la finca, afirma, sino que ha rehabilitado y ampliado una docena de casas que se encontraban en su terreno. Entre ellas está la clínica de estilo árabe para caballos, la cocina agrícola y la residencia principal de los Eisenmann, sobre la que todavía hoy cuelga la grúa. Dice que, debido a un problema burocrático, la casa sufrió la paralización de las obras durante un año y medio. Eisenmann calcula que necesitará otros dos años para terminar la casa. "Hasta entonces seguiremos viviendo con cajas de mudanzas en el anexo para invitados", afirma Sabine.

De todos modos, el alemán no guarda ningún rencor a las autoridades locales. "En Mallorca aprendes a tener paciencia", comenta. Su meta consiste en conseguir que la finca se pueda mantener por sí misma con la agricultura ecológica. "Es Fangar es un proyecto que implica varias generaciones", concluye.