Jaume Albalat es el antiguo propietario del Café Espanyol. Lo fundó su padre en 1937 y él ha pasado su vida tras la barra. Ahora, ya jubilado, recuerda aquellos Dijous Bo de los años 40 "como de la prehistoria", dice.

Albalat recuerda de sus años de adolescencia "ayudar en el café porque había muchísimo trabajo, pero sin luz eléctrica ni agua corriente. Después de la guerra había muchos fallos de electricidad. Mi padre se las ingenió para poner un faro de camión a modo de lámpara y hacer una instalación con baterías", explica.

El jubilado recuerda también que "el agua para hacer café se subía en garrafas de 16 litros de una cisterna a un depósito del piso de arriba hasta que estaba lleno. Después se usaba para hacer café con una cocina de gasolina".

Jaume Albalat dice que "para los cafés era un buen día. Se hacía mucha caja. La gente pedía mucho café y coñac porque hacía frío entonces. Ahora no hace tanto, pero en aquellos años hacía mucho". De la actualidad opina que "es muy diferente. Ahora es para pasear. Entonces había muchos payeses y negocio; ahora la gente pasea mucho y gasta poco", dice.