Tolo Serra, hijo de Joan, 'el Rojo', atiende a los clientes en el bar Plata, el único que queda en la calle Argenteria y que es alivio de quien busca tomarse un café con leche 'de los de siempre', o un reventat y en verano, la leche merengada, con la receta mágica que le dieron a su padre, los dueños de la Farmacia Miró.

El bar que regentó su padre desde 1956, aunque su origen lo sitúa en el 36, es el único que ha resistido la apisonadora del tiempo. En tan corta calle existían varios cafés como el Trópico, y había sitio para todos, para aquellos artesanos del Call, que hacían un alto en sus largas horas de trabajo. Tolo ve cómo muchos comerciantes de joyas se jubilan, o se retiran porque no pueden con la competencia de otra manera de hacer negocio que no está a su alcance. "Mi clientela es local pero veo que el cambio es muy rápido. Esta calle no tiene nada que ver con lo que fue, y aunque es lógico que haya cambios, da pena que deriven hacia una ciudad que es demasiado igual a las demás", dice Tolo.

Se conocen bien. Son años de verse las caras, de despachar cafés. Hay alegría cuando recibe a Jaume Piña y a su mujer Francisca Munar, los últimos -hasta el momento- en abandonar la calle. La confianza no está peleada con la discreción. Tolo se aparta de la tertulia montada entre algunos pocos joyeros que son 'las joyas' de una calle de paso.