Sant Jordi abrió ayer sus calles a numerosos visitantes que acudían ante el reclamo de la Fira del Caragol, que este fin de semana ha culminado su XVII edición. La oferta gastronómica, las diversas formas de cocinar este molusco de tierra, fue la clave, un año más, de esta convocatoria.

El centro de Sant Jordi, donde confluyen la calle con mismo nombre y la plaza Bisbe Planas, fue el punto de mayor concentración de gente, sobre todo al mediodía, como suele pasar en todas las ferias. Allí, la colla caragolera, los criaderos y los establecimientos dedicados a la restauración montaron sus puestos, donde los miles de visitantes pudieron degustar diferentes platos, desde paella o frit, todos con el caracol como protagonista. Otros, simplemente servían el caracol cocinado de diferentes maneras: al ajillo, al romero, a la gormanta... Los precios, a 8 euros la tarrina de medio kilo y a 15 euros, la de kilo.

Para diversión de los más pequeños, el grupo de animación K-Codril presentaba al público a Fredy, 'el caracol más grande del mundo'. En la plaza Monteros, esperaba que llegara la tarde el drac de Sant Jordi, para celebrar el fin de feria.

No solo caracoles

Aunque el caracol es el reclamo indiscutible para los miles de personas que ayer decidieron acudir a Sant Jordi, esta feria tiene cabida para otro tipo de productos. Los tractores y máquinas agrícolas daban la bienvenida a todos a la entrada del pueblo. La artesanía, la ropa, los juguetes y otros productos típicos como los cocarrois, las panades o los crespells también formaban parte de la oferta.

El Forn de Can Coll expuso ante su local una gran ensaimada, de dos metros de diámetro, y que ya es una atracción consolidada de esta feria. Fue fotografiada por todos los que pasaban por aquel lugar.

Avanzando un poco más por la calle Cristiandad, se llegaba a la plaza donde se había instalado la muestra de animales y razas autóctonas en peligro de extinción. La vaca menorquina, el ca de bou, el gall d'indi de Menorca, el porc negre mallorquí, la oveja pitiusa, el colom de nas de xot, conejos, burros, cabras... La exhibición era lo suficientemente amplia como para atraer la atención de pequeños y grandes.

A medida que se acercaba la hora de comer, Sant Jordi iba llenándose de gente. El acceso principal a la población acogía un constante fluir de gente.

Sin embargo, la aglomeración no supuso ningún caos circulatorio ya que el Ayuntamiento habilitó un gran solar, a la entrada de Sant Jordi, para aparcar los coches.