La rama de un árbol ha amanecido vestida de colores. Alguien le ha puesto un calcetín. La calle Bartomeu Llull estrena crochet urbano. Hace tres semanas que ha llegado una nueva inquilina: Anna Zanni, una ejecutiva de Barcelona que del marketing de distintas multinacionales ha pasado a enseñar a coser, tricotar y darle al ganchillo. Como millones en este país perdió su trabajo en la industria farmacéutica. "Hice un cambio total: de trabajo, de ciudad, de vida... ", cuenta. Anna ha cumplido 50 años dando un viraje total.

"Para mi coser no era una afición, veía cómo lo hacían mi madre y mi abuela pero solo las miraba de reojo. Aprendí tarde, ¡a la vejez, vihuelas! Empecé con ganchillo. Hay quien se dedica a la meditación o hace yoga o va a un psicólogo; yo elegí coser; es terapéutico", sostiene. Cuenta que, hasta el momento,"solo un hombre ha entrado para comprar hilos y agujas. "Era un señor de unos sesenta años, y sí me dijo, que le encantaba tricotar. En el extranjero es una asignatura común en las escuelas mixtas pero en España aún muchos prejuicios", comenta la dueña de Botón Club.

Anna ha elegido la zona del Parc de ses Fonts "poque es un barrio muy agradable y no hay ORA". Lo conoce porque su hermana es osteópata y trabaja en un centro muy cercano. "Estoy deseando que llegue la primavera para coser en el parque", se explaya.

En su negocio se respira calidez. Todo está muy cuidado. Una mesa larga con sillas de colores sirve para que las hilanderas den puntadas y echen lengua. De ahí el nombre Botón Club, que juega con el título de la película de Coppola, Cotton Club. "Mi idea es hacer talleres, y ya los estoy haciendo, porque compartir es lo mejor. Coses, charlas y tomas un té", señala. Hoy hay un taller de ganchillo.

Anna no se conforma con coser y charlar. A ella le interesa el movimiento del crochet urbano, creado en Holanda en 2004, y que no es más que intervenir con ganchillo en distintos elementos. Si el artista Christo envuelve grandes espacios con sus telas, el crochet urbano puede vestir árboles, coches, estatuas, edificios. El llamado yarnbombing es una más de las intervenciones artísticas. "Me ha llamado la atención que en Palma no haya más manifestaciones de este tipo que sin duda ayudan a dinamizar las ciudades", opina Anna. Le gustaría poner "calcetines" a los árboles del parque.

Se siente a gusto en su nueva ciudad. Sus hijos la apoyan. Su familia la ayuda. El hermano, Roger, un reconocido diseñador gráfico de libros de texto para Cavall Verd, le ha dibujado el rótulo de la tienda. Todos dan puntadas en Botón.