Cada cuatro años el ayuntamiento de Palma realiza un vuelo con un avión para cartografiar la ciudad y comprobar la contrucción de nuevas edificaciones. Esta incursión por el cielo puede costar 47.000 euros mientras que un aparato volador que lleva acoplada una cámara para grabar y sacar fotografías cuesta 20.000 euros lo que reduce el coste a más de la mitad. La rentabilidad es presupuestaria y de eficacia porque el trabajo de análisis de un vuelo regular puede tardar tres días mientras que el microdrone lo ejecuta en una jornada por su estabilidad y rapidez.