En un tiempo, Palma fue ciudad vergonzosa. Era fácil sacarle los colores, como a una chavalina en ciernes de volverse hembra. No es que la ciudad haya crecido, que también, es que la ciudad de la isla del segundo rostro, la ciudad desvanecida, va de color en color ahora que existen las reglas. El pantone de la ciudad, la carta cromática que deben seguir los edificios, sobre todo los del centro histórico, ha alcanzado más de diez años. Desde que los arquitectos Francesc Pizà, Sé Duch y Rafel Bosch, apoyados en los conocimientos científicos del químico Manuel Carbonell, otorgaran los tonos adecuados a Palma, siguiendo criterios históricos, la pátina gótica que daba carta de naturaleza a la regla a seguir se ha ido velando. Con todo, en plazuelas, en calles viejas, en lo menos mirado, en lo despreciado para el clic del souvenir, existe una ciudad de colores muy vergonzosa. Y, sobre todo, algunas decisiones nos deberían poner del color de la grana.

Hemos dejado de ser una ciudad blanca –no es homenaje a Alain Tanner porque a Lisboa no nos parecemos ni por asomo– para convertirnos en una ciudad trigo. Si entras a Gerreria por el Forn d´en Vila, ahora que estamos recuperando la luz que empieza a guiñarnos el ojo, te topas con el declive de los tonos albero, con el desgaste del color tierra. De pantalla, los muros descascarillados de Can Serra. El Consell ha decidido recientemente racanear protección al edificio de traza gótica, uno de los ejemplos más descatados de casa con porche soportado por columnas. En el caso de este casal del siglo XIV-XV además se refuerza el lienzo de uno de sus muros con ventanas coronellas. Protegido como Bien de Interés Cultural –sin que surta mucho efecto porque el pobre está que se cae– el edificio se ha quedado sin linaje de tutela. Lo pidió el Ayuntamiento y el Consell dijo que amén.

La pérdida de la máxima protección en una parte de Can Serra ha alertado a la asociación proteccionista ARCA que teme que "la desprotección provoque pérdida del patrimonio interior del inmueble" con lo que podrían peligrar los arcos apuntados y el antiguo horno.

A Cort se le ve el plumero cuando al asegurar que el edificio será protegido como "parte del entorno y como conjunto histórico lo que permitirá una mayor intervención en el inmueble, antes muy constreñido al ser un BIC". ARCA recuerda que el horno antiguo es el único en Palma con factura propia del siglo XIX por sus características tipológicas y constructivas. Es probable, además, que el nombre de la calle Forn d´en Vila se refiera al negocio.

Por asuntos como éste, Palma debería enrojecer de rubor. Por los renovados bríos contra la supervivencia del edificio de Gesa, la ciudad debería ocultar el rostro, el primero o el segundo, y desvanecerse de vergüenza.