No importó que hiciera un calor impropio de vísperas del Día de Todos los Santos para que ayer aumentaran las visitas al cementerio municipal de Son Valentí. En mangas de camisa y sudando la gota gorda los familiares y amigos de los difuntos no eludieron acercarse al camposanto para ultimar los preparativos de las lápidas y tumbas y dejarlas "como los chorros del oro" para el día grande de los muertos.

Muchos otros adelantaron en un par de días la ceremonia que cada año miles y miles de ciudadanos protagonizan en honor de los muertos: entregar flores como gesto de recuerdo.

Los más precavidos ya acudieron el sábado para evitar las grandes aglomeraciones que suelen acompañar esta festividad, pero fueron más los que ayer domingo se acercaron al cementerio.

En las inmediaciones tanto de su acceso por la rotonda que da acceso al Polígono industrial de Can Valero como en su parte superior, por General Riera se veían colas de personas que intentaban acceder al cementerio. La mayor parte estacionaba en las inmediaciones. Los dispositivos de la policía municipal informaban dónde estacionar los vehículos. Muchos visitantes optaban, al igual que otros año, por dejar su coche en los bordes de la autopista que conectaba con la salida del Camino de Jesús. No se registraron grandes aglomeraciones y la tradicional visita a los muertos se saldó con tranquilidad.

La Rambla registró ya una afluencia masiva de personas que compraban los ramos de flores y los tiestos con crisantemos que después depositan en las tumbas y nichos de sus seres queridos.

En la ciudad de los muertos, visitada sobre todo estos días, los vivos se pierden entre tanta tumba. Es habitual ver a muchas personas perdidas dando vueltas buscando la tumba de su muerto. "Es que hay tantos que no sé dónde está el pobrecillo", se escuchaba a una anciana.

Otros se las veían y deseaban para depositar su ofrenda floral porque los restos de sus seres queridos están en los nichos más altos. Cuando encontraban la escalera, daba vértigo ascender a ella. Hay quien cree que un sistema de polea no iría mal para dejar las flores sin correr el riesgo de caer desde la atalaya con ruedas que Cort pone a disposición de todos.