"A 26 de juny, sarque 3 oras a pasar de nbit, morí Joana Magraner, viuda del mestre Agustí, y la mateixa nit sa se´n aportaren en lo carretó a anterrar en el Gonquet per sar morta de mal contagiós, del qual nos vulla guardar Nostre Senyor y la tinga en lo Cell". Con estas dramáticas palabras describía el mercader Rafel Sancho el procedimiento seguido con una de las víctimas de la peste de 1652.

Habían pasado las epidemias de 1375, 1383, 1450 –la d´en Boga, el presunto portador de la enfermedad a la isla– o la de 1523/1524 –cuyo fin se atribuyó a la llegada a Palma de un hueso de un brazo de Sant Sebastià–. Sin embargo, la otra gran peste de la isla es la de 1652.

Llegó a través de Sóller, y se extendió por Mallorca con gran velocidad. Alcanzó su apogeo en los meses de verano, cuando hubo días con 200 muertos en Palma y alguna jornada con hasta 600. Se abrieron varios lazaretos en el interior de la ciudad para aislar a los contagiados y se estableció un control sanitario en el Coll den Rabassa. La ciudad y la part forana quedaron incomunicadas, una situación que generó problemas de abastecimiento de bienes de primera necesidad.

Los jurados de la villa habilitaron un cementerio detrás del convento de Jesús en el que colocaron esta inscripción: "Sementeri ahont se han enterrat persones qui han mort ferides del contagi que ha petit este Regne en lo any 1652 y 1653". Hubo un segundo cementerio en el Jonquet, cerca de la iglesia de Sant Magí. El Cronicón Mayoricense de Alvaro Campaner calcula que en la capital fallecieron15.424 personas y que hubo 4.060 que superaron la enfermedad. Otras fuentes rebajan a 9.000 el número de defunciones en Palma.

La peste nos suena a enfermedad medieval. Sin embargo, Artà, Son Servera y Capdepera sufrieron un brote que dejó más de 2.000 muertos hace menos de dos siglos. Son Servera recuerda cada 1 de febrero que este día de 1821 se levantó el cordón militar que rodeaba la península de Llevant para impedir que el contagio se extendiese al resto de la isla.