Menuda, ágil, con nervio punzante. Margarita Llauger Llull ha librado muchas batallas, pero nunca ha caído. O no lo parece. Acaba de cumplir 80 años y, a su pesar, no ha podido celebrarlos en África, el continente que le ha dado "juventud, vida". Lleva dos años como misionera del Verbum Dei en Costa de Marfil, un país que está al borde del "genocidio", según el embajador de la ONU, Youssoufou Bamba. Las últimas elecciones se saldaron con la victoria de Alassane Ouattara, no aceptada por el derrocado dictador, Laurent Gbagho. Son ya centenares los muertos. Margarita Llauger debía haber regresado el pasado 29 de noviembre. La compañía aérea le avisó de que cancelaba el vuelo por el toque de queda. "Las misioneras que están allá me han dicho que aún no regrese. Estoy en compás de espera".

–¿Se olía esta guerra civil en Costa de Marfil?

–Se veía venir el desastre. El presidente Gbagho llevaba diez años en el poder y no quería soltarlo. Europa y África se han empeñado en que el elegido Ouattara presida. No hay una guerra declarada, pero Costa de Marfil ya ha sufrido anteriores genocidios. Se está intentando desde Europa solucionarlo por la vía diplomática, pero el ejército está en manos del presidente derrocado. Y no va a ceder.

–¿Qué hacía usted en Costa de Marfil?

–Soy hermana del Verbum Dei y los últimos 30 años de mi vida los he pasado en África, principalmente en Guinea Ecuatorial, pero también he estado en Camerún y en ex Zaire, hoy Congo. Nuestra misión es formar, enseñar valores como la dignidad, el amor, el perdón, la generosidad. Doy a conocer que Dios es amor y que Jesús es la fuerza de todo el que confía en Él. Creo en la bondad, porque creo en Dios-Amor para todos. Salvo en Costa de Marfil, me he dedicado a enseñar. Soy licenciada en Filosofía y Letras y teóloga. Para el Verbum Dei es muy importante que todos, hombres y mujeres, tengan una formación. Como misionera, en Costa de Marfil evangelizo y ayudo a escolarizar a los niños.

–¿Tiene miedo a regresar?

–No. Creo que la muerte, cuando te ha de llegar, llega. ¿Para qué defenderse tanto, para qué buscar tanta seguridad? ¡Esa obsesión europea, de los países ricos!

–¿Ha estado alguna vez en peligro?

–En Camerún me pusieron dos pistolas en el pecho. Ha sido el país donde mi vida sí ha estado en peligro. Fue en los años 90. Allí levantamos un centro de Teología.

–¿Ayuda la Teología, la espiritualidad, frente a situaciones extremas cómo las que usted ha visto? ¿Nunca ha albergado dudas?

–Creo en la bondad, incluso en situaciones límite. En África he encontrado muchos valores, tanto humanos como cristianos. Los africanos son pobres porque Europa los ha colonizado mal. África es grupal, no individualista, y el tribalismo genera muchos problemas. El día que desaparezcan el tribalismo y sus presidentes, ¡que tiemble Europa! Los gobiernos colonizadores de Europa han favorecido estos presidentes que han robado el dinero a los pobres, siendo África uno de los continentes con más riqueza. He recibido más de lo que yo he dado y aprendido más de lo que he enseñado. Me siento una africana más.

–Sí, pero usted es blanca. Eso cambia la perspectiva.

–Es cierto. El blanco siempre está por encima, pero ha perdido valores que sí veo entre los africanos: son pobres pero son más generosos. Aquí se vive con la llave puesta. Hemos retrocedido. Con tanto desarrollo, no veo a las personas más felices.

–Giremos la moviola. Una joven bibliotecaria en el ayuntamiento de Palma y, unos años después, esa mujer se embarca a Guinea como hermana del Verbum Dei. Un salto de catarata.

–(Risas) Es una historia muy larga…

–Cuente, cuente.

–El sacerdote Jaume Bonet fundó el Verbum Dei. Yo tenía 30 años y trabajaba como bibliotecaria en Cort cuando conocí este ideal de evangelización que nació en Mallorca y que atrajo a muchos jóvenes. En aquellos años había muchos otros movimientos religiosos, pero la mujer tenía muy poca importancia. En Verbum Dei te consagrabas a Dios sin olvidar tu vida y eso me gustó. Fui una de las fundadoras y mi labor fue enseñar. Siempre me gustó estudiar.

–Y se fue a Bilbao a estudiar Teología, una de las primeras mujeres españolas que alcanzó el título.

–Sí. Antes de irme saqué la cátedra para ser directora de instituto en San José Obrero, en aquel momento filial del Ramon Llull. Aquella época en que di clases en una escuela de barrio fue muy bonita. La Iglesia reservaba a las mujeres un papel pobrísimo, barrer y cantar en la iglesia, mientras que en Verbum Dei todas teníamos estudios, muchas éramos licenciadas. ¡Fíjate cómo eran las cosas que estudiar Teología estaba vedado a las mujeres en este país, pero conseguimos que se abrieran las facultades para las mujeres.

­–¿Feminista con hábito?

–No, sólo creo que la mujer de la Iglesia ha de encontrar su lugar. Dios creó al hombre y a la mujer sin discriminación. ¡Sí puedo decir que he hecho una labor en favor de la mujer!

­–Compaginó su trabajo en San José Obrero con el de bibliotecaria. Veinticuatro horas, sin aliento...

–Fui muy feliz en mi época en la biblioteca. Siempre me ha gustado mucho leer.

–Y de ahí a Guinea. ¿Recuerda su llegada?

–No he olvidado ningún detalle. (Sonríe pizpireta). Era el final de la dictadura de Macías y España apoyaba a Obiang, que fue recibido por los guineanos con alivio. Después se vería que era otro dictador más. Daba clases de español y monté una biblioteca. Verbum Dei abrió un centro teológico no oficial. El Verbum Dei tenía 17 fundaciones en todo el mundo y a mí me enviaron a Guinea. Íbamos vestidas de seglares y nos pidieron que fuéramos con hábito. Fuimos a Galerías Preciados y nos compramos unas batas de chachas, muy divertidas, pero nos olvidamos de la toca. Un sacerdote de Fernando Poo dijo que nos recogería en el aeropuerto, pero allí no había nadie. ¡Tres mujeres perdidas en África! Pero Dios es proveedor. Se nos acercó un señor y nos preguntó si éramos salesianas. Le dijimos que no, pero igualmente nos llevó al colegio de Santa Teresita y les dijo a las monjas: ¡Aquí os traigo a las hermanas españolas! No paramos de reír.

–Kapucinsky escribió que fue en África donde se hizo realmente periodista. ¿Le ha ocurrido a usted igual?

–En África he visto miseria absoluta, pero también una dignidad, una solidaridad y una fidelidad que aquí ya no encuentro. El bien no hace ruido. Sufro por la gente que lo pasa mal, sobre todo por los niños. De cada cinco, uno está desnutrido. En Guinea Ecuatorial hay tanto petroleo que ahí están los norteamericanos explotándolo. Lo que se llama mundo civilizado yo lo llamaría mundo aprovechado. Conozco de cerca cómo son los manejos. Al geólogo que encontró el primer pozo le di clases. Esta enorme riqueza no llega al pueblo, que no tienen ni agua ni electricidad. La injusticia la cometen los hombres. La vida es corta. Cada uno debe responder de la suya.

–¿Cómo se financia el Verbum Dei?

–Vivimos de nuestro trabajo, principalmente dar clases, y luego los particulares entregan una cantidad para apadrinar a niños y que puedan escolarizarse. Vendemos artesanía y también recibimos donaciones.