Se desconoce la fecha exacta del nacimiento de Sancho, segundo hijo varón del rey Jaime II de Mallorca. En 1285, cuando era un niño, estando con sus padres y hermanos en Perpinyà, pudo vivir los fatídicos días en que su tío, Pedro el Grande, rey de Aragón, asaltó la ciudad y el castillo real. Su padre, el rey de Mallorca, escapó a través de un pasadizo secreto, pero el resto de la familia real mallorquina fue apresada por el monarca catalán. Estando retenido, Sancho pudo escapar, y junto a su hermano mayor Jaime, huyeron a París. En la corte francesa se educaron.

El hijo primogénito de Jaime II, de nombre también Jaime, ingresó en la orden franciscana, renunciando previamente a la corona de Mallorca. Por ello, en 1302, Sancho fue reconocido solemnemente heredero al trono mallorquín. Tras este reconocimiento se trasladó a Girona, ya en calidad de príncipe, para jurar fidelidad al rey de Aragón. Junto a Sancho, tomaron parte del juramento los principales linajes de Cataluña: Ponç Hug, conde de Ampurias; Dalmau, vizconde de Rocaberti; Jaspert, vizconde de Castellnou, Bernat de So; Ramon de Canet…

A partir del tratado de Anagni (1295), las relaciones entre las dos coronas, la de Mallorca y la de Aragón, se normalizaron. Fue entonces cuando Jaime II de Aragón convenció a su tío, el rey de Mallorca, para que casase a sus dos hijos, Sancho y Sancha, con los hijos de Carlos II de Nápoles, de la casa de Anjou. Y así fue. Sancha de Mallorca se casó en 1304 con Roberto de Anjou, futuro Roberto II de Nápoles. Ese mismo año Sancho se casó con una hija de Carlos II, María. Ésta había sido bautizada por el Papa y su padrino había sido, precisamente, Jaime II de Mallorca. Por otro lado, Federico de Sicilia, hermano de Jaime II de Aragón, se casaría con otra hija de Carlos II, con Leonor. La razón de esta política matrimonial era clara: estrechar las relaciones entre las cortes de Mallorca, Aragón, Nápoles y Sicilia, reforzar los lazos de las casas de Barcelona y de Anjou. Como se puede suponer, esta idea no gustaba nada al rey de Francia, el cual constantemente intervendría cizañero en el juego político de las monarquías que configuraban este arco del Mediterráneo occidental. Todo ello, siempre, bajo la atenta mirada del Papa.

En 1311 murió Jaime II de Mallorca, accediendo al trono su hijo, Sancho I de Mallorca. El rey mallorquín procuró desde el primer momento llevarse bien con sus dos primos: el rey de Aragón y el rey de Francia, los cuales codiciaban los dominios que configuraban la corona mallorquina. Es por ello, que a pesar del talante pacífico de Sancho, las tensiones entre los tres monarcas fueron constantes y a duras penas pudo el rey mallorquín mantener la integridad de sus territorios.

A pesar de estas dificultades, Sancho continúo con la línea de su padre: consolidar la corona. En 1312 otorgó a la Jurados de la Universidad de la ciudad y reino de Mallorca una bandera: sobre dorado, tres palos rojos —y no cuatro—; en la parte superior sobre azul —y no morado— un castillo blanco. En 1315 fijó las bases del Gran i General Consell, que se convertiría en el máximo órgano representativo del Reino, formado por consellers de la ciudad y por consellers de cada una de las parroquias de la Part Forana. También impulsó la creación del Sindicat Forà, en un momento que empezaban las tensiones entre la ciudad y los pueblos de Mallorca. En 1316, pudo poner en marcha su proyecto predilecto: la flota mallorquina. Ésta tendría como principal objetivo hacer frente a la piratería sarracena, auténtico quebradero de cabeza para los marineros, mercaderes e isleños en general.

Sancho y su esposa María de Anjou no tuvieron hijos. Por ello, en 1319, el monarca nombró como heredero al trono a su sobrino Jaime, hijo de su hermano Ferran y la princesa de Morea, Isabel de Sabrán. Este hecho supuso un fuerte enfrentamiento con Jaime II de Aragón, pues el monarca aragonés lo reclamaba para él. Sin duda, fue éste el momento de mayor tensión entre las dos coronas. Sólo la intervención decidida del Papa y del infante Felipe de Mallorca —hermano de Sancho— evitó la guerra. Las aguas volvieron a su cauce en 1321. El 28 de junio, Sancho se trasladó a Girona y el convento de los dominicos hizo homenaje vasallático a su primo, el rey de Aragón. Éste último no insistió con la cuestión sucesoria, aceptando así el testamento del rey de Mallorca; a cambio, tras hacer las paces le pidió a Sancho ayuda para conquistar Cerdeña, campaña auspiciada por el Papa. No se pudo negar el monarca mallorquín, comprometiéndose, a pesar del fuerte gasto que suponía para las arcas mallorquinas, armar veinte galeras.

Durante el verano de 1324, el rey Sancho de Mallorca, huyendo del calor, se refugió en Santa Maria de Formiguera, en el Capsir. Y fue allí, un fatídico 4 de septiembre, tras una breve enfermedad, dónde encontró la muerte. Moría un buen rey, que dejó íntegra toda la Corona de cristal. Tras su muerte, el cronista Ramon Muntaner dejó escrito: Jamés no nasqué senyor que en si hagués més de veritat e de dretura que ell havia.