En tierra de nadie, "cada vez más degradado" y "sucio". El eje cívico de Blanquerna ejerce ahora de frontera, poniendo de manifiesto el abismo que se abre entre las barriadas del Eixample. "Las hay de primera y de segunda", comentan los vecinos limítrofes a la nueva zona peatonal. La reforma ha revitalizado el comercio y renovado la estética viaria. Pero en Camp Redó se sienten abandonados por el Ayuntamiento. Sólo una calle más allá, tras la plaza París, la diferencia es más que evidente. Ni una sola jardinera, aceras llenas de hojas y excrementos, y los contenedores de basura rodeados de cochambre.

Los vecinos reclaman el mismo trato. Sobre todo limpieza y más seguridad. Muchos manifiestan estar "100 por 100" a favor de la prolongación del eje cívico hasta la calle Colliure. Las obras están proyectadas pero desconocen si el Consistorio llegará a ejecutarlas.

La Asociación de Vecinos se postula a favor. Su vicepresidenta Lily Appadoo alude a los beneficios y a la mejora de la calidad de vida que ello supondría para los ciudadanos, y también para el comercio. "En Blanquerna muchos establecimientos han sacado a la calle mesas y sillas", detalla Jesús Martínez, residente en la calle Camp Redó, refiriéndose así a las ventajas que supondría para los comercios la peatonalización. "Sería una gran ayuda" añade Emilio Gil, propietario de un bar de la zona.

Appadoo recuerda que desde el primer momento apostaron por el eje cívico. "Blanquerna ha quedado muy bien a excepción de los coches", declara. "Los aparcamientos no dan más vida, la quitan", apostilla.

Pero no todos coinciden con ella. Joana Vidal trabajadora de una peluquería disiente abiertamente. "Quitaría muchas plazas de estacionamiento", afirma en relación a la prolongación del eje cívico.

Inconvenientes

Lo mismo opina Carlos Proaño, al que no le seduce la idea de la peatonalización. Esgrime el mismo motivo que Joana. Para este ecuatoriano, que regenta una tienda de comestibles, "el coche es fundamental para cualquier negocio" a no ser que dispongan de espacios para el estacionamiento.

Este sigue siendo el principal temor de los comerciantes y residentes. Ya sucedió Blanquerna, aunque la mayoría asegura estar encantada con el cambio.

Para algunos vecinos la solución sería tan fácil como implantar la ORA. "Los coches rotarían y no se quedarían estacionados todo el día", comenta Gil en este sentido. "Los que trabajan en Blanquerna ahora vienen aquí a dejar el coche", denuncia. Los hay incluso que quitan uno para poner otro, explica. El problema para ellos es ahora doble: no sólo buscan aparcamiento los residentes sino también los que viven y trabajan varias calles más abajo.

Implantación de la ORA

El estacionamiento regulado acabaría con todo esto y los vecinos no tendrían inconvenientes para aparcar en el barrio obteniendo la tarjeta, aseguran muchos vecinos.

Trabajadores de Camp Redó comulgan con esta tesis y añaden, además, otras propuestas. "Yo construiría un parking subterráneo debajo e integraría s´Escorxador en la zona peatonal", expone Tina Cañellas, propietaria de la clínica veterinaria Es Camp Redó.

"El barrio se está degradando mucho", lamenta. "El parque de está lleno de indigentes y hay porquería por todas partes". Pero éste no es el principal mal del que adolece el barrio. Las ratas se han adueñado del antiguo cuartel militar, abandonado a su suerte. El Consistorio quiere allí construir viviendas aunque el proyecto sigue en stand by.

Tampoco hay fecha concreta para la demolición del primer bloque de inmuebles sociales de Corea, aunque el Ayuntamiento vaticina que se ejecutará antes de que acabe el año.