Hace exactamente una década, un grupo de hombres no pudo reprimir su indignación ante un caso de violencia machista. Estos hombres, concienciados y avergonzados, suscribieron un manifiesto en el que mostraban su repulsa. Ahora, a través del área de Igualdad y Derechos cívicos del Ayuntamiento de Palma, el Grupo de Hombres contra la Violencia Machista ha puesto en marcha un taller pionero. Sebastià Barceló (Aldeanueva, Cáceres, 1950) es el impulsor de esta iniciativa a la que se han sumado una decena de ciudadanos.

–¿Con qué objetivos surgió la iniciativa del taller donde se aborda el machismo por los mismos hombres?

–El objetivo principal es avanzar hacia la igualdad. Hay un problema social importante en la desigualdad de hombres y mujeres. Una de sus manifestaciones es la violencia contra las mujeres. El problema es mucho más amplio. Es un problema de injusticia. El hombre ocupa un lugar de privilegio y la mujer ocupa un lugar secundario y sufre discriminación. El hombre forma parte del problema. Creemos que también forma parte de la solución.

–¿Desde qué aspectos se aborda el fenómeno del machismo?

–Lo tratamos desde tres campos. En el campo de las ideas, defendemos que el hombre y la mujer son iguales, valen lo mismo. En el campo de las relaciones sociales, se enseña a valorar los sentimientos. Los hombres relegamos y despreciamos los sentimientos y las emociones. Hemos de recuperar esta faceta. Se dice que los hombres no lloran, los hombres no tienen sentimientos de ternura. En el campo de la vida familiar, se trata el papel del hombre de rey de la casa. Llega, manda y da dinero. No se ocupa de las tareas de la casa, ni de los niños ni los mayores. Nos perdemos una parte importante, como es la convivencia con los hijos o con los padres. Eso se puede cambiar

–¿La sociedad mallorquina es especialmente machista?

–Es machista, pero no especialmente. No lo es más que otras sociedades españolas. En estos momentos está comenzando a abrir los ojos más pronto que otras comunidades españolas y, quizás, más tarde que otras. España tiene una cultura machista. En algunos aspectos Mallorca tiene avances en la igualdad. Por ejemplo, los derechos matrimoniales. La mujer puede mantener su propiedad en el matrimonio haciendo separación de bienes. Lo contemplaba ya cuando en la mayoría del Estado no se hacía. La mujer tenía una serie de valores y autonomía que hace que en España no esté mal situada en este sentido.

–¿La imagen de la mujer en publicidad sigue teniendo connotaciones machistas?

–Hay imágenes que refuerzan el machismo. Una mujer joven debe mostrar siempre su atractivo sexual. Se asocia al consumo, a algo que se va a comprar. Es una parte de adorno. Si se hiciese lo mismo con un hombre, encontrarían la imagen ridícula.

–¿En la Educación se liman o se mantienen esos roles?

–Vamos a mejor. El machismo está mal visto y es políticamente incorrecto. Pero en las relaciones de pareja entre jóvenes se mantienen los patrones antiguos. Al comenzar una relación, hay control y hay chicas que lo encuentran normal. Lo consideran manifestaciones de amor.

–¿Cree que la inmigración ha traído machismo a Mallorca?

–Estos primeros extranjeros que vinieron con el turismo tuvieron un aspecto muy positivo. Muchas veces trajeron pautas más igualitarias que las nuestras: alemanes, nórdicos, ingleses... Nos servían de modelo. En una parte de los extranjeros que vienen a trabajar hay más episodios de violencia machista que entre los propios mallorquines. Hay una proporción más elevada entre los inmigrantes. Al emigrar, el control social que tenía en su país no existe al llegar a Mallorca. Ocurre sobre todo en las personas que no están integradas.

–¿A un machista se le puede desactivar?

– Es un problema bastante grave. Lo primero consiste en desprogramar sus pautas de comportamiento. Los hombres que actúan de forma violenta contra una mujer, encuentran justificaciones. "La maltrato porque la quiero", llegan a decir. Siempre hay una escalada, una gradación. De la falta de respeto se pasa a las críticas, luego a las acusaciones y al chantaje. Llega un momento en que se pasa al maltrato físico. Hay que ver el punto en el que está para detenerlo y que no siga la escalada.