A finales del siglo XIII se podía palpar en muchos ambientes una devoción fervorosa por san Francisco de Asís. De hecho, su doctrina fue introducida en el seno de la familia real mallorquina, debido principalmente a la influencia de la reina Violante, esposa de Jaime I y hermana de la franciscana Santa Isabel de Hungría; a la reina Esclaramonda de Foix, franciscana y esposa de Jaime II de Mallorca; y a la amistad que esta familia tenía con dos propagadores eminentes de la época: Ramón Llull y Arnau de Vilanova. Por tanto, los hijos de Jaime II crecieron bajo una fuerte influencia de la doctrina franciscana, aspecto que marcó decisivamente sus vidas: Isabel; Sancha, reina de Nápoles y franciscana; Jaime, que siendo el primogénito renunció al trono para hacerse franciscano; Sancho, futuro rey de Mallorca, Ferran, padre del que llegará a ser Jaime III de Mallorca; y finalmente Felipe. Este último personaje tuvo una vida apasionante que ha despertado el interés de los estudiosos a lo largo de la historia. Illustris, devotus et humilis le llamó Ramón Llull. Conozcamos, siquiera sea sucintamente, la biografía de este hijo ilustre de Mallorca.

El infante Felipe, nacido en 1288, pasó los años de su infancia en Francia, mientras su padre permanecía desposeído del reino de Mallorca. Estudió, con su hermano Jaime, Teología en París. Seguramente, allí se ordenó sacerdote. En plena adolescencia recibió de la Santa Sede numerosos beneficios eclesiásticos: canonjías en París, Chartres, Barcelona, Palma; custodio de la abadía de Saint-Quintin; tesorero de la abadía de Saint-Martin de Tours, entre muchos otros. En todo guiaba al infante un profundo y sincero deseo de perfección. Ese esfuerzo por conseguir la santidad le llevó a conocer, en 1311, al cabeza de los "espirituales": Fray Angelo Clareno. Los "espirituales" surgieron a partir de diferentes grupos de frailes menores los cuales descontentos del sesgo tomado por la evolución de sus hermanos regulares, se habían ido alejando de la Orden para vivir estrictamente según la Regla y el Testamento del fundador. Entre ellos encontramos a Hugo de Digne y fra Pedro de Juan Olivi en Occitania; Ubertino de Casale y Angelo Clareno en Italia; o los catalanes Arnau Oliver, Bernat Fuster o Pere Arnau, éste último lector en la ciudad de Mallorca? Alrededor de estos "espirituales" encontramos otros grupos similares como los beguinos, los terciarios (tercerols) de San Francisco o los "fratricelli". Estos grupos franciscanos chocaron frontalmente con la Santa Sede, especialmente por la discusión de cómo se debía vivir la pobreza -que ellos vivían de forma extrema-; y el poco control que tenía Roma sobre las numerosas comunidades que iban surgiendo por diferentes ciudades de Europa. Por cierto, un mallorquín, el cardenal Nicolau Rossell, actualmente enterrado en la catedral de Palma, durante su etapa de inquisidor persiguió y condenó a grupos de beguinos, concretamente en Valencia. En 1313, Clareno pasó 50 días con el príncipe en la corte de Mallorca. Desde entonces se hizo más profunda la amistad entre los dos, de forma que fray Angelo llegó a ser para Felipe el imprescindible consejero, y a él se debe que el joven príncipe se decantase cada vez más por los postulados más extremos. Ante esa postura, y con la intención de alejar al hijo del monarca mallorquín del fraile espiritualista, Juan XXII ofreció a Felipe el obispado de Mirepoix, al que éste renunció, como ya había ocurrido un año antes con el ofrecimiento del obispado de Tarragona. Clareno le felicitó cordialmente.

Por las cortes de diversos países de Europa adquiría fama la vida de concentración devota, de humildad extrema, del hijo del rey de Mallorca. El Papa seguía intentando recuperarlo de sus desvíos místicos. En 1324, murió su hermano, el rey Sancho I de Mallorca, sucediéndole en el trono su sobrino Jaime III, menor de edad. Fue entonces cuando el Papa le pidió que ocupase la regencia del Reino, encargo que Felipe no pudo eludir. La misantropía, la vida retirada, dedicada a la oración y a la contemplación mística, hicieron del infante un gobernante extraño a sus súbditos, los cuales apenas lo veían. Enseguida se produjo una áspera relación entre tío y sobrino. La excesiva austeridad mística de Felipe, sus rígidas imposiciones no eran soportables para el joven rey. Incluso el Papa envió una carta recriminándole por la dureza utilizada para educar al joven monarca. A pesar de esa personalidad tan incompatible, por decirlo de alguna manera, con la vida mundana, el regente no se desentendió de los problemas políticos, y de hecho hacia 1327 había conseguido cerrar todos los frentes que amenazaban a la Corona de Mallorca, devolviendo la paz al Reino. En 1329, cansado y desgastado por gobernar, Felipe abandonó la corte de Mallorca y buscó refugio al lado de su hermana en la de Nápoles. En Mallorca quedó un círculo nada desdeñable de beguinos, unidos en una especie de congregación terciaria de inspiración beguina catalano-provenzal y que se denominaron "Hermanos de Felipe de Mallorca". Lo cierto es que a partir de la década de los treinta, Felipe renunció a todas sus rentas y prebendas; rompió con el mundo, incluso con Roma y se entregó a la pobreza más absoluta y al iluminismo más rebelde.

Tras la persecución y muerte de Clareno en Santa María d´Aspro (1337), el príncipe mallorquín ejerció una verdadera dirección sobre los "zelanti" de Nápoles. Luego se pierde ya en la niebla de sus últimos años. El cronista Guillermo de Nangis contaba que, sin bienes de ninguna clase, vestido a la manera de los beguinos (éstos llevaban un hábito franciscano, más corto de lo normal pues llegaba sólo hasta las rodillas), andaba errante, mendigando por el mundo, recorriendo, descalzo y solitario, las provincias meridionales de la península Itálica. Debió morir hacia el año 1343.

* Cronista de la ciudad