Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Como soy torpe políticamente nunca he pertenecido a ningún partido, tampoco he tenido mentalidad de aprovechar mi conocimiento de algunos políticos (de distintos signos), no soy sectario y me he mantenido distante de cualquier clase de poder (sólo me interesa, y no mucho, como materia literaria), no entiendo muy bien lo del Brexit. Como verán, tonto de remate y ahora ya es tarde para cambiar. Por eso, supongo, no entiendo cuáles son las ventajas si se quedan y cuáles las desventajas si se van. O al revés. Debería consultarlo, pero no sé a quién. A cambio de tanta ignorancia, sí sé algunas cosas. Por ejemplo que Cameron es un manazas y que si yo fuera hermano de la asesinada Cox, no tendría muy buen concepto de él. Como no lo tengo de Blair y sus mentiras bélicas. Sin la convocatoria de ese referéndum, Jo Cox no habría muerto. Días antes, barcazas con pancartas opuestas permanencia o salida se enfrentaban a bofetadas en el Támesis como piratas del Caribe. Sí, ahí donde se mete Cameron la lía y complica hasta dejar hecho un desastre lo que antes estaba apañado. Basta pensar en Escocia salvada por los pelos y ahora en el Brexit, pero ha habido más. Sí sé, también, que el crimen de la diputada laborista habrá ayudado al voto de la permanencia: lo emocional prima ahora más que lo racional (y no estoy diciendo que lo racional sea irse). Y que como ocurrió cuando Escocia, habrán apelado a un gran político, también laborista, como Cox: Gordon Brown. Culto y con sentido tanto del Estado como de la Historia y de Europa. Lo que no es, precisamente, Cameron. Lo que no son la inmensa mayoría de los que nos han tocado en suerte: basta atenerse a los hechos y a la frivolidad campante y rampante.

Escribo esto a cuatro días de que se celebre el referéndum del Brexit y a seis de que ustedes lo lean. No soy adivino, pero parece que ganará la permanencia en Europa. ¿Suena raro, verdad? Por obvio, digo. Gran Bretaña, por mucho Canal de La Mancha que haya, es Europa y ha sido siempre Europa. Pero nunca ha querido reconocerlo del todo, pese a haber contribuido de manera decisiva a la salvación de Europa en el siglo XX. Es más, su papel en Bruselas ha sido, cuanto menos, equívoco. Dentro pero practicando la zancadilla aquí y allá. ¿Y nosotros? ¿Qué ventajas obtenemos los europeos de que se queden con nosotros? La frívola ampliación de estados miembros de la Comunidad Europea dinamitando de forma rápida su confortabilidad fue apoyada por Londres en todo momento. Y ahora asocian pertenecer a Europa con padecer una avalancha migratoria. Será la ironía británica.

Hace unos días se publicaba una lista de populares a favor del Brexit y otros en contra. A favor estaban Ecclestone, Joan Collins o Elizabeth Hurley, personas con las que no me sentaría a la mesa. También estaba Michael Caine y ahí me dolió: ¿cómo el protagonista de La Juventud, precisamente él (y en esa película está la idea de una Europa maltrecha, también) quiere abandonarla? Para compensar diré que en contra de salir de la CE están Keira Knightley, Emma Thompson, Helena Bonham-Carter y Kristin Scott-Thomas, todas ellas maravillosas. Y entre ellos John Le Carré y el arzobispo de Canterbury, ambos estupendos. Seis argumentos de peso, sin olvidar a Jude Law y Benedict Cumberbatch, que también tienen lo suyo. Pero alguien a quien quiero y escucho me dijo: "Con todo lo que está ocurriendo, si fueras inglés, ¿no querrías irte también? ¿O no querrías ser inglés para poder marcharte? Se mantuvieron fuera del euro y no les ha ido tan mal: mira a nosotros, en cambio. Y fueron los únicos que plantaron cara a Hitler: ¿y si ahora están plantando cara a lo que se nos puede venir encima y no vemos o sabemos ver?". Callé. No queda más que callarnos cuando ellas hablan.

De momento han conseguido que todos estemos pendientes de los británicos y les pidamos que se queden y quizá eso estaría bien si no hubiera otras cosas más graves que suceden al mismo tiempo. El Brexit las aumenta y agranda y alimenta, desde luego. Y es una demostración más de cómo se ha impuesto el turulatismo. Todos turulatos, pero sin risas. O ya con pocas, mientras los mismos que convocan un referéndum no saben qué hacer con lo que tienen entre las manos. Y miren por dónde, es su pasión la política y su modus vivendi. Imaginen de no serlo. Como para salir corriendo. Que a lo mejor es lo único que nos quedará mientras tengamos piernas. Sí, pero ¿hacia dónde?

Compartir el artículo

stats