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Llorenç Riera

La presidenta segura y confiada en exceso

Francina Armengol defiende en Madrid las políticas sociales de su Govern, huye de radicalismos y asegura no tener miedo al "sorpasso". Pedro Sánchez la presenta como modelo del cambio a aplicar en España

Buena parte de las carencias y dificultades de índole político y administrativo que aquejan a Balears tienen su origen en la falta de sensibilidad y en la incomprensión del Gobierno. También en el parco soporte de las infraestructuras de los grandes partidos estatales. Francina Armengol no alivió ayer esta situación en su visita a Madrid. Más bien contribuyó a mantener su distorsión. Perfiló mejor al archipiélago ideal que a la Comunidad real. Realizó un perfecto ejercicio de promoción personal al coste de estacionar la reivindicación imprescindible. Si se presenta la oportunidad, el Pedro Sánchez que presentó su conferencia en Nueva Economía Forum, puede incluirla en el banquillo de ministrables. El verbo elocuente y escasamente diversificado está garantizado.

La presidenta de Balears no necesita padrinos. Es autosuficiente para el elogio. Sí, ya sabemos que la oposición no reconocerá ni siquiera sus méritos objetivos. Es más, si puede, se los pisoteará. Así de rudo es el mundo de la política. También es posible que el ciudadano de a pie, enfrascado en las mil afrentas diarias, no repare en los logros del Govern, pero un poco más de realismo y humildad hubiera abonado mejor la credibilidad y la confianza en la también secretaria general de los socialistas de Balears.

Francina Armengol es una mujer valiente. Se declara inmune al pánico. No teme al posible "sorpasso" de Podemos, ha descubierto que, en cuanto a las coaliciones electorales, "las sumas pueden restar" y se declara convencida de que Pedro Sánchez se instalará en La Moncloa. Es el riesgo de una apuesta única. Otro exceso de confianza. Sabemos, desde hace tiempo, dónde acaban los confiados. Lástima que la presidenta no lo haya descubierto.

Armengol no incluyó en su equipaje de visita a Madrid todos los referentes de su gestión en Balears. La parcialidad es mala compañera de viaje. Quizás, con el bagaje completo, Pedro Sánchez no se hubiera apresurado tanto a señalar a estas islas como "modelo del cambio que quiero en España" porque en ellas uno de cada cinco residentes sigue estando en riesgo de pobreza, las infraestructuras están al límite y los salarios son indignos cuando aumenta la oferta laboral. Y eso que no hablamos de los problemas de financiación porque la presidenta tampoco lo hizo o paso de forma muy superficial sobre ellos. Solo algunas alusiones inconcretas a la cogestión y tasas aeroportuarias, a la ecotasa interpretada como instrumento solidario y a la estacionalidad turística.

La presidenta que va a hacer méritos a Madrid también es hábil y prudente a conveniencia. Repele los extremismos, no coloca la etiqueta de radical a nadie y acaricia la idea de una España federal en la que quepa Cataluña, aunque sea al precio de ofrecerle "algo". No hay novedad en el conocido discurso político de Armengol aferrado a su coherencia de la preferencia por un pacto de izquierdas que personifica en Sánchez y basa en el modelo balear trasladado a Madrid. Pero obvia que hacerlo en los mismos términos, sin evolución y sin concretar mayores compromisos, significa una fragilidad poco operativa que halla su mayor soporte en las limitaciones de la oposición.

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