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Matías Vallés

Al Azar

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Girarle la isla a Claassen

El político más apasionante de los contornos se llama Uff Claassen. Es el primer alemán que intenta entender a los mallorquines, en lugar de limitarse como sus compatriotas a soñar cuán espléndida sería la isla en ausencia de los nativos. Para disponer de un micrófono, se ha comprado un club que nadie quería. Puede que hunda al Mallorca según denuncian sus críticos, pero sus colegas políticos van a hundir Mallorca y encima son mucho más aburridos.

Un alemán germaniza, por definición. Desean mejorar las ciudades conquistadas, sean París o Palma. Claassen no supone una excepción, tomó posesión de Son Moix y percibió un vértigo extraño. El estadio estaba mal orientado, de acuerdo con las leyes prusianas y del feng shui. Ante una evidencia semejante, la reacción de un indígena se ajusta a la resignación irónica. La estirpe del propietario del Mallorca, en cambio, propone girar el campo. Un mallorquín le replicaría que hay asuntos más urgentes, para no acometer ninguno de ellos. En un germano, la rotación de una parcela de una cuarterada es tan anodina como la elección del zumo del desayuno.

Claassen es un hervidero de ideas. Ha vuelto a dar en el clavo, pero la pirueta rotatoria de Son Moix es insuficiente, cuando basta repasar un mapa para comprobar que Mallorca al completo está desorientada. En su actual configuración, es una cabeza que se inclina postulante ante Madrid. Hay que girarla 180 grados, para que dé la espalda a la realidad expoliadora. Este simple movimiento tectónico incrementaría la autoestima de la población. Enfocada hacia el interior de la cuenca mediterránea, la isla encontraría su destino. El visionario alemán saltó la chispa, pero por primera vez peca de modestia. Vivimos de suministrar emociones turísticas, por lo que la isla entera se colocará sobre una plataforma giratoria, de modo que cada playa cubra los cuatro puntos cardinales en un solo día. De ahí a instalarle motores fuera de borda y lanzar a Mallorca a cruzar el Mediterráneo solo media un paso, que la fértil imaginación de Claassen ya habrá superado.

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