Hace pocos días se desencadenó en EE UU un escándalo con ribetes de thriller político que terminó con la renuncia al cargo de jefe de la CIA del general Petraeus, considerado en su país héroe militar y brillante estratega.

Este episodio que tiene tintes de drama y comedia puede servir para analizar aspectos interesantes de la organización social y la naturaleza humana.

La trascendencia de este vulgar culebrón es haber puesto en evidencia la vulnerabilidad de una poderosa institución concebida para gestionar, de un modo secreto e inviolable, la seguridad del país más poderoso del mundo y que sin duda dispone de la tecnología más avanzada para sus acciones y la protección de sus propios secretos.

¿Cómo es posible que haya ocurrido una falla tan grave por un hecho tan banal?

¿Cómo es posible que un personaje que llegó a la cumbre del ejército de los Estados Unidos y de la CIA, sorteando intrigas internas y obstáculos externos haya cometido semejante suicidio político?

También podríamos preguntarnos cómo es que fracasó el mayor proyecto de una sociedad racional: el comunismo. Un proyecto que acabó siendo utópico y que aspiró a eliminar los males de las sociedades basadas en la caprichosa tiranía de los mercados y las salvajes ambiciones sin ética del capital.

Sin la pretensión de agotar las causas de un problema tan complejo, la psicología contemporánea revela la existencia de dos paradojas.

Primera paradoja: Si definimos el poder como la acumulación de libertad de decisión, dicha acumulación genera una entropía que termina restringiendo esa libertad.

Por ejemplo Sadam Hussein o Gadafi, fueron sin duda habilísimos animales políticos, inteligentes estrategas sin la limitación de ningún escrúpulo moral. Esa condición sumada a una ambición sin freno les permitió acumular enormes cuotas de poder, pero las implicaciones de ese poder los fue enredando como un insecto en una telaraña. Y no fue por heroísmo que murieron en vez de huir y salvar el pellejo, sus muertes no tuvieron la elegancia de un capitán hundiéndose con su barco. Literalmente acabaron escondidos en agujeros aterrados e intentando seguir viviendo.

La explicación de esta paradoja no es difícil. Baltasar Gracián dijo "quien no tiene enemigos tampoco tiene amigos". Por la misma regla de tres no se puede tener poder sin tener "amigos", muchos "amigos", pero eso acarrea muchos enemigos.

En el año 1980 el Rey Juan Carlos entregó al genial escritor Jorge Luis Borges el premio Miguel de Cervantes, el máximo galardón de la lengua castellana. En su discurso de agradecimiento Borges dijo€ "un Rey, como un Poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal€"

O sea una alusión a la falta de libertad del Rey pese a y por representar la cumbre del poder.

Segunda paradoja: El ser humano se distingue por su racionalidad pero ésta no es más que una esclava de sus impulsos y emociones más primarias.

Mal que nos pese, por mucho que hiera nuestro narcisismo el pensamiento es sirviente de nuestras hormonas y de nuestro inconsciente.

Primero Copérnico humilló la soberbia de creer que la tierra es el centro del universo. Luego Darwin reveló nuestro parentesco con los primates y otros bichos. Finalmente Freud reveló el poder de las emociones sobre la razón que expresó con la metáfora del iceberg cuya parte sumergida es la mayor equiparándola al inconsciente y la que es visible sobre el agua al pensamiento consciente.

Los estudios de la etología, la rama de la biología que estudia el comportamiento animal revelan la similitud de los comportamientos de la sociedad humana con los grupos animales de una manera estremecedora. Las estratificaciones y luchas por el poder, el cuidado de la prole, el pavoneo del macho en el apareamiento, el altruismo y muchos otros patrones de conducta nos hermanan con los seres "inferiores".

David Petraeus, el cerebro de la CIA, el gran estratega del ajedrez de la geopolítica, tropezó con su propia Mónica Lewinsky como antes lo hiciera Bill Clinton y como las orugas de la procesionaria que caen dentro de los recipientes con feromonas mediante las cuales son eliminadas de los árboles.

Pareciera entonces que Marx tuvo, al menos dos errores, uno el de creer que la racionalidad podría prevalecer en la organización social y en la naturaleza humana, el otro el de ignorar que la lucha de clases comparte con las hormonas el status de sujeto y motor de la historia.

Los psicólogos clínicos trabajamos en un campo acotado de causas y efectos. Podemos diagnosticar un conflicto neurótico y librar a un individuo de las ataduras de sus angustias. Pero a quien detenta poder se le suman además, tantos condicionantes y deudas con "amigos", tantos hilos lo sujetan a la telaraña, que muchas veces ya no puede hacer lo que quiere sino que termina haciendo lo que puede.

* Psicólogo clínico