Medio cegado por el sol de mediodía, al salir de la plaza del Olivar, observo a varias personas junto a un puesto rotulado "CDS, Centro Democrático y Social", esos que invocan al espíritu de Suárez para arreglar los males que su irresponsabilidad propició. Una de ellas se descuelga del conjunto y me saluda por mi nombre mientras me ofrece un pasquín; lo reconozco de inmediato como antiguo compañero de UPyD. "Otros muchos están en otras plazas", me comenta mientras pienso que me saludarían también por mi nombre. Es el sino maldito de UPyD, desintegrarse permanentemente a golpe de contradicción y de crisis, la más reciente me llevo a mí y a unos cuarenta militantes más a la condición de ex UPyD. Las últimas primarias fueron la espoleta, el partido se fracturó en tres bandos: los nuestros, los que no lo son y otra parte de la militancia de la que todos tiraban y que no salía de su sorpresa y decepción. Finalmente el comité territorial, del que yo formaba parte, decide impulsar, en connivencia con Madrid, "dos expedientes disciplinarios que ´casualmente´ iban a recaer en los dos aspirantes a candidato que no eran ´de los nuestros´, inhabilitándoles". En el ínterin de la resolución del citado expediente, se votarían nuestros candidatos, digamos "oficiales", en la asamblea, sin presencia de los candidatos no deseados. En la misma operación, el "díscolo" consejo local de Palma, elegido democráticamente, se sustituiría por una gestora nombrada a dedo.

Dos meses, luché, anteponiendo la premisa liberal de que el fin no justifica los medios a argumentos como: "lo mejor para el partido, es que salgan nuestros candidatos", "no nos salen los votos", "no son de los nuestros", "¿que han hecho ellos por el partido?"…

Dimití de cargos, responsabilidades y por supuesto de UPyD, sea cual sea el lugar donde se encuentre. Pasaron las primarias y la desbandada de militantes que predije comenzó y continúa a día de hoy. El mes pasado, en una cena de militantes y ex militantes de UPyD, tomaron la palabra dos dirigentes de Ciudadanos, no conozco los tejemanejes que les llevaron allí, debió de existir alguna confabulación, la cuestión es que nos abrieron las puertas de su partido y muchos se afiliaron. Dada la deriva a la izquierda y al populismo que Rosa Díez va imprimiendo a su grupo, deja a Ciudadanos el centro izquierda libre.

Otra opción que vislumbramos era la de centro y derecha que ocupará en solitario el renovado PP balear, que cada día con más credibilidad lidera José Ramón Bauzá y como de un carro ganador nadie se quiere apear, ha provocado la soledad del regionalista Font y de paso ha frustrado su encame con la moribunda UM, que es a Convergència per les Illes y también por razones judiciales, lo que Batasuna a Sortu. Las posibilidades de reedición del pacte del caos se esfuman, se rumorea que al pancatalanismo se le ha atragantado la celebración anticipada.

A mi antiguo partido no le queda otra que olvidar el sectarismo; pongo un ejemplo: al improvisado candidato perdedor con el 40% de los votos le ofrecen el séptimo puesto en listas y en cuanto al fondo, –solo "por envolverse en la bandera española y autoproclamarse transversales no merecen el voto de centro derecha"– el día a día de Rosa Díez y su ejecutiva despejó ya toda duda. Ahora les toca ocupar nítida y coherentemente su espacio en la izquierda no nacionalista, Antich y ZP con sus miembras y miembros les están dejando el espacio. Confundirnos con la indeterminación ideológica o clamar contra el sectarismo y la degeneración democrática cuando es eso mismo lo que ellos practican, les llevará al descrédito y al fracaso, que podría significar para Rosa Díez y su UPyD el último invierno en Mallorca.