En los últimos tiempos hemos visto desaparecer una parte importante de nuestro patrimonio marítimo flotante, en bastantes casos fruto de la desidia y el desinterés de quien tenía posibilidad de mantenerlo. Así tuvieron un final tan terrible como injusto embarcaciones tan emblemáticas como los pailebotes Nuevo Corazón y Cala Mondragó, naves que en otros países con más sensibilidad con los temas marítimos hubieran, sin duda, sido preservados. Aún así, y gracias en muchos de los casos a la iniciativa privada se han podido salvar algunas naves, como es caso del Rafael Verdera, el Isla Colombina, o el Cala Millor, entre otros, embarcaciones que fueron una parte importante de nuestro transporte marítimo y por tanto de nuestro desarrollo durante muchos años.

Uno de estos escasos casos en que se ha podido preservar una de estas antiguas embarcaciones antes de desaparecieran es el del Le Marselloise, un antiguo motovelero construido en Valencia, y que entre otros armadores perteneció a la Naviera Mallorquina, navegando durante muchos años por nuestras aguas como Cala Virgili. Esta nave aún hoy día la podemos contemplar en el puerto viejo de Marsella, donde está atracado permanentemente, ejerciendo funciones de restaurante y local de eventos.

El origen de los motoveleros lo tenemos sobre todo en los antiguos pailebotes, cuya construcción alcanzó su cenit durante la primera guerra mundial, siendo los astilleros isleños artífices de muchos de ellos, dichas embarcaciones, pasados los años, fueron paulatinamente dotadas con motor, transformándose su arboladura, de manera que se les cortó sus masteleros, y se redujo el velamen casi exclusivamente a velas cangrejas, siendo la propulsión principal la que proporcionaba su motor. Estas naves destacaban por su pequeña tripulación, que solía estar constituida por un patrón, un contramaestre, varios marineros, uno o varios motoristas o mecánicos y un cocinero. Fueron una parte importante del cabotaje nacional en unos años de falta de embarcaciones adecuadas, realizando navegaciones que en el Mediterráneo iban desde el sur de Francia hasta el estrecho de Gibraltar, pero que los podíamos encontrar en puntos del norte de España, golfo de Cádiz, Canarias y norte de África, transportando todo tipo de mercancías.

Hablando de motoveleros siempre ocupará un lugar principal la Naviera Mallorquina, la empresa que más naves de este tipo dispuso. Fue fundada en 1924 con cuatro embarcaciones, aumentando paulatinamente la flota hasta alcanzar las 23 naves al empezar la Guerra Civil, incluso llegó a tener un pequeño vapor de pasajeros el María Mercedes, comprado a la Compañía de Navegación Sollerense para realizar la línea Palma-Barcelona. A principios de los años treinta empezó a poner nombres de calas de las islas a todos sus barcos, lo que constituyó un distintivo de la naviera. Tras la Guerra Civil, donde sufrió la pérdida de diversas embarcaciones, siguió adquiriendo e incluso construyendo motoveleros, alcanzando la treintena, así hasta finales de los años cincuenta en que empezó la construcción de motobuques con casco de acero, empezando a desprenderse de los viejos motoveleros, bastantes de los cuales acabaron incendiados para su destrucción en ses Penyes Rotges, y otros vendidos a diversos armadores.

Otras grandes empresas de motoveleros fueron la Naviera Valenciana, la Naviera Ciudadelana, la Naviera Masiques, etc. En Mallorca también hubo otros armadores que dispusieron buques de este tipo como Miguel Estela, Manuel Llofriu, Schembri, Vicente Enseñat, Comercial Española de transportes y otros. Durante unas cuantas décadas fue habitual ver multitud de embarcaciones de este tipo trabajando en el muelle viejo cerca de la Lonja, dando una imagen irrepetible.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, se empezaron a construir en los astilleros Atlántida, localizados cerca de Valencia, una serie de embarcaciones gemelas de aproximadamente 300 toneladas y 36 metros de eslora, todas ellas para la empresa de los propios astilleros la Naviera Atlántida, estas naves llevaban nombres de faros: Faro de Tortosa, Faro de Cullera, Faro de Canet y Faro de Benicarló y eran embarcaciones de tres palos sin masteleros, siendo sus velas cangrejas, como corresponde a un verdadero motovelero.

Concretamente el último citado, el Faro de Benicarló, fue la construcción número 6 del astillero y entró en servicio en 1944 en navegación de cabotaje y gran cabotaje por todo el Mediterráneo.

En 1945, muchos de estos motoveleros de la Naviera Atlántida pasaron a la Naviera Valenciana, que había sido creada por la Compañía Mancomunada de Ibarra y Aznar, incluyendo al Faro de Benicarló que empezó entonces a llamarse Rada de Huelva, dado que todos los barcos de la nueva compañía eran nombres de rada, estos armadores también lo utilizaron en navegación de cabotaje por la zona Mediterránea, y con este nombre hay constancia de su primera escala en Palma. Concretamente fue el día 20 de enero de 1951 en que llegó procedente de Séte con 178 toneladas de carga general a bordo y diez tripulantes y partió 12 días después rumbo a Valencia con 247 toneladas del mismo tipo de carga. Hay registros de unas cuantas llegadas más a nuestro puerto, aunque no se prodigó mucho por la bahía de Palma. En 1955, dicha empresa, que por cierto tenía feroz competencia con la Naviera Mallorquina, quebró y muchas de sus naves fueron comprados por la naviera, en concreto el Rada del Huelva pasó a llamarse Cala Virgili, nombre que retuvo durante veintiséis años. Anteriormente la Naviera Malorquina tuvo otro barco con el mismo nombre, sin embargo se perdió víctima de un bombardeo aéreo en Gandía en junio de 1938

Con la Naviera Mallorquina

El Cala Virgili estuvo adscrito a varias líneas, sobre todo entre las islas y con la península, transportando diferentes cargamentos, como naranjas, sal, cemento y otros muchos tipos de mercancías, en esta época sufrió uno de sus más importantes accidentes, concretamente fue el 28 de octubre de 1968, cuando estando a la altura de Cala Llamp y en ruta de Barcelona a Palma con 257 toneladas de carga general, colisionó con el también motovelero Rubio, al parecer por avería de las luces de situación, que hizo que el Rubio no lo viera y le abordara. Los hechos ocurrieron a las tres treinta de la madrugada, sufriendo ambas embarcaciones desperfectos, siendo en el Rubio tan importantes que, aunque intentó ganar la cercana costa, acabó hundiéndose, salvándose su tripulación en un bote con el que posteriormente llegaron a tierra, aunque afortunadamente sin sufrir ninguna desgracia personal. El Cala Virgili, pudo llegar renqueante a la vela al puerto de Palma. No fue su única colisión pues parece ser que unos años antes ya había tenido un pequeño golpe en el río Guadalquivir.

En 1970, la Naviera Mallorquina que se estaba desprendiendo de todos sus motoveleros, lo vendió a la Naviera de Ibiza, que le conservó el nombre y que después de una revisión general lo dedicó, entre otros, al tráfico de cemento, y precisamente es transportando este material, cuando sufrió otro accidente destacable. Fue concretamente el 19 de diciembre de 1973, cuando se dirigía de Barcelona a Eivissa, y debido al temporal reinante, hallándose a unas diez millas de la isla de Tagomago, sufrió una vía de agua, viéndose obligado a emitir una señal de socorro, acudiendo en su ayuda un avión del SAR y un petrolero de Campsa. Sin embargo, no sería necesaria su intervención, siendo escoltado por el petrolero hasta el puerto de Eivissa, adonde penosamente llegó.

En 1975, el Cala Virgili fue amarrado en el puerto de Eivissa, donde pasó un cierto tiempo deteriorándose, hasta que en 1976 se fijó en él una asociación francesa denominada ASCANFE, iniciales de Association pour la Sauvegarde et la Conservation des Anciens Navires Français et Etranges, que, como su nombre indica, se dedicaba a la salvaguarda de antiguos buques, tanto franceses como extranjeros, la idea era revitalizar el puerto viejo de Marsella y tenían la intención de remolcarlo hasta allí para utilizarlo como atracción.

Inicialmente se le hicieron una serie de reparaciones con el objeto de afrontar el viaje hasta el puerto francés adonde llegó remolcado en julio de 1977, después de una navegación de tres días. Para financiar su restauración se pensó en una suscripción pública, obteniéndose la colaboración de 212 empresas o personas privadas que ayudaron económicamente y cuyos nombres se grabaron en una placa dorada instalada a bordo. A partir de entonces empezó la restauración de la embarcación, eso sí, haciendo una interpretación muy libre de ésta, evidentemente no se pretendió que volviera a aparecer como un motovelero, sino como un buque de vela de siglos pasados. Inicialmente se le instaló un puente nuevo, acabado en 1980; posteriormente, en noviembre de 1981, se le cambió el nombre y se le puso el de Le Marselloise, en honor de un barco de guerra francés de la época de Luis XVI y cuya traducción podemos hacerla como "el de Marsella", algo muy propio, pues desde entonces ha pasado a formar parte de la fisonomía del puerto viejo de Marsella. En 1982 se le construyó una cubierta nueva y en 1983 le pusieron tres palos nuevos, mucho más altos que los originales, instalándosele en 1988 vergas en el palo trinquete, algo que jamás antes nunca había tenido. En lo referente a su arboladura, en poco su parece a su concepción original, cuando fue construido. Sí se conserva su casco intacto, con esa maravillosa popa característica de todos nuestros pailebotes. Aunque al principio hubo esperanzas de volver a verlo navegar, las autoridades francesas le han denegado el permiso, por motivos de seguridad, quedando relegado permanecer atracado permanentemente.

En julio de 1984, se abrió a bordo el club de la organización ASCANFE, pero las subvenciones no eran suficientes para su mantenimiento, así que en 1992 se le empezó a equipar para que pudiera ejercer funciones de restaurante, habiendo sido gestionado por varias empresas del ramo. Hoy día, y después de sucesivas obras de mantenimiento, es un local de restauración y de celebración de diferentes eventos, como pueden ser cócteles, celebraciones varias... habiendo recibido visitas de personajes como George Clooney y Tom Cruise. Una actividad muy diferente a las funciones para las que originalmente fue concebido, pero que ha permitido su conservación.