Los seguidores yihadistas que están presos en las cárceles del país no son especialmente conflictivos. Pero ello no impide que, debido a su condición de radical, se les somete a una extrema vigilancia. El régimen que se les aplica es el del primer grado, el más duro que contempla las normas penitenciarias.

Hace varios meses, Karim Abdeselam se quejó de la falta de medidas higiénicas en su celda de Palma y denunció que se veía obligado a vivir con insectos. No solo denunció internamente esta situación, sino que se atrevió a enviar una carta al magistrado del juzgado de vigilancia penitenciaria de la Audiencia Nacional. En la carta, además de explicarle sus quejas, colocó una cucaracha en el sobre que envió desde Palma a Madrid.

Los recientes hechos descubiertos el pasado día 11 podrían traducirse en una sanción interna. El preso podría ver reducidas sus horas de salida al patio del área de aislamiento.