El control absoluto que ha ejercido el empresario Bartolomé Cursach sobre la Policía Local de Palma no es una situación reciente, sino que se remonta a más de 30 años atrás, según resalta el juez Penalva, que apunta que es es una realidad conocida y tolerada por los mandos que desde entonces han venido dirigiendo el principal cuerpo policial de la ciudad. El magistrado detalla que ya en el año 1985 un agente realizó un amplio informe, del que notificó a su superior, e incluso se realizó una investigación judicial, que no llegó a ningún lado. No solo mencionó nombres de policías locales que podrían estar a sueldos del empresario, sino que también señaló a policías nacionales y guardias civiles.

Según detalló el juez, Cursach empezó llamando a sus "amigos" policías para que le ayudaran cada vez que un cliente protagonizaba un incidente en sus negocios, a cambio, lógicamente, de una recompensa económica. Pero después esta influencia se fue extendiendo hasta el extremo de que tenía la posibilidad de ordenar a la Policía que propinara una paliza a un determinado extranjero, que trabajaba de tiquetero para un negocio de la competencia, según Penalva. Eran tiempos donde no existía la libre circulación de trabajadores europeos, por lo que era más fácil lograr la expulsión.

Este policía, que hace ahora 32 años ya sospechó del trato de favor que venía recibiendo Cursach, detalló al juez la influencia policial que ya en esa época tenía al empresario. "Se detenía a estos tiqueteros, los apalizaban, los presentaban en extranjería y, los expulsaban. Delegación de Gobierno imponía la sanción económica correspondiente y a final de temporada Cursach conseguía los negocios, pagando el total de las sanciones acumuladas durante la temporada". Es decir, el empresario utilizaba a la Policía, según afirma Penalva, para ir ampliando su negocio en el mundo del ocio, aprovechándose de la grave situación de sus competidores, que se veían agobiados con las multas que les iba imponiendo la autoridad.

Para los policías, según describe el juez, esta relación con Cursach, desde el punto de vista económico, no podía ser más rentable, por cuanto el empresario les doblaba la cantidad que recibían como sueldo y, además, no era necesario que realizaran horas extras, por cuanto esta protección la podían realizar en su horario laboral.

Este agente ya detalló que sus compañeros que se encargaban de controlar los negocios "tenían por costumbre cambiar las denuncias que ponían a los tiqueteros por bebidas, por trajes de baño de mujer y por camisetas".

El juez cuestiona que en ese momento, pese a que los mandos de la Policía Local tenían pleno conocimiento de estas prácticas, no se adoptara ninguna medida disciplinaria. A los policías que se nombraba en el informe de esta investigación se les cambiaba de destino, pero nunca se planteó su expulsión del cuerpo.

Estas situaciones se han venido repitiendo hasta hace poco tiempo, según se detalla en el amplio sumario que describe toda la trama policial. Un ejemplo del control que Cursach tenía sobre la Policía Local es que incluso un agente utilizaba un vehículo de transmisiones para realizar una vigilancia ordenada por el empresario, detalla el magistrado.

Calvià

El juez Penalva describe todas las maniobras que, desde el Grupo Cursach, se han realizado para perjudicar y arruinar a todos los empresarios que realizan la competencia a la discoteca BCM. Una maniobra que, básicamente, consistía en aumentar el número de inspecciones a estos locales de la competencia, que se traducían en duras sanciones económicas. En el auto se destaca que el objetivo principal del magnate era ir asfixiando a estos empresarios, hasta el punto de arruinarlos. Después él les compraba sus locales a precios ridículos.