"¡Es un héroe!", grita un cliente del Arabica cuando ve detrás de la barra a Lahouari Saidani, un camarero argelino que se ha hecho célebre en el barrio de Pedro Garau por encontrar -y devolver- una bolsa con casi veinte mil euros en metálico y una pequeña fortuna en cheques.

En el restaurante Arabica presumen de servir "los mejores Kebaps" de Palma. Y desde el pasado día 18 también se jactan de tener al camarero"más honrado" de la ciudad. Incluso de la isla. Porque aquella tarde Lahouari, trabajador mileurista y padre de tres hijas, devolvió una bolsa que le podría haber quitado muchos dolores de cabeza.

"Soy musulmán y mi religión no me permite quedarme con lo que no es mío", cuenta este argelino nacido en Orán y residente en Mallorca desde 2001.

Lahouari recuerda perfectamente el momento en el que encontró la misteriosa bolsa. "Salí de trabajar a eso de las seis de la tarde y cuando llegué a mi edificio fue directamente al buzón. Es la costumbre pero espero desde hace tiempo un documento de Madrid por un asunto de Extranjería. Debajo encontré una bolsa grande de papel. La abrí y encontré cheques y un montón de dinero de metálico", rememora.

Cheques de diez bancos diferentes

Este argelino asegura que ni por un segundo estuvo tentado de apropiarse con el valioso contenido de la bolsa. "El Islam prohíbe robar. Y recibí una educación muy estricta de mis padres. Desde muy pequeño me enseñaron que nunca podía quedarme lo que no era mío. No, en ningún momento se me pasó por la cabeza", asegura.

Tenía a su alcance más de diecisiete mil euros en metálico, una cantidad de dinero indeterminada en cheques y documentación personal a nombre de una mujer rumana de 37 años, así como varios objetos personales: dos carteras, un bolso, un neceser, tres prendas de ropa recién compradas y productos cosméticos.

Lahouari se dirigió a la comisaría de la Policía Nacional más cercana, la situada junto a s'Escorxador. "Tuve problemas al principio porque cuando los policías vieron a un árabe con una bolsa llena de dinero desconfiaron. No entendían nada", relata sin poder evitar una carcajada.

La relación de objetos entregados incluía más de diecisiete mil euros en billetes pequeños, los citados efectos personales y, lo más sorprendente, 83 cheques de diez entidades financieras diferentes. En el registro no se detalla el valor de los cheques, pero Lahouari hace un cálculo rápido. "Recuerdo ver en uno de ellos la cantidad de 40.000 euros. Yo creo que en total había más de sesenta mil euros".

Los agentes identificaron con facilidad a la mujer rumana. En una cartera estaba su pasaporte y permiso de residencia, entre otros documentos. Acudió al centro a recoger sus pertenencias, y allí coincidió con el argelino. También tuvo que dar explicaciones por llevar tanto dinero.

Una versión desconcertante

"Contó que lo iba a ingresar en el banco. Al haber cola fue al edificio y dejó la bolsa debajo del buzón. Según dijo vive allí, aunque yo nunca la había visto antes", afirma el argelino sin disimular su extrañeza. "Dijo que trabajaba en el sector inmobiliario. Me ofreció darme algo de dinero para agradecerme que lo hubiera devuelto. Me negué rotundamente, aunque insistió en que hará un regalo a mi mujer", rememora este camarero.

El argelino ha recibido todo tipo de elogios desde aquel día por parte de clientes y conocidos. Muchos le dicen que ellos se habrían quedado con el dinero. "Me da igual lo que hubieran hecho otras personas. Yo gano mil euros al mes y no me da para hacer viajes. No bebo alcohol y no me puedo permitir ningún lujo, pero ese dinero no era mío. ¿Y si la mujer lo necesitaba para pagar nóminas a otros trabajadores? ¿Y si no lo recuperaba y se metía en un problema grave? Es mi educación, de ninguna manera podía quedármelo", argumenta.

Entran más clientes en el Arabica. Fuera hay mercado y la plaza de Pedro Garau está muy concurrida. Lahouari mira nervioso cómo se amontona la gente en la barra y pone punto y final a la conversación. Hay que volver a trabajar.