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Entrevista a Maria Serra

"El cura de Can Picafort me robó la juventud al abusar de mí"

Fue víctima de abusos sexuales y violaciones por parte del expárroco Pere Barceló

"Ahora estoy recuperando la vida y la personalidad que hubiera tenido si no me hubiera hecho nada. Yo era una niña abierta y me encerré".

El pasado lunes Pere Barceló, expárroco de Can Picafort, confesó haber abusado y violado varias veces a Maria Serra, cuando ésta tenía diez años y hacía de monaguilla en la parroquia. Ha sido condenado a seis años de prisión. Los hechos sucedieron entre 1997 y 1998. Desde entonces Maria había llevado en secreto lo que vivió. Hasta ahora. El lunes su proceso de liberación dio un paso irreversible cuando Barceló admitió su culpa. Desde esta semana nadie duda del testimonio de Maria, que siente que, a sus 28 años, ha empezado a recuperar la niñez y la adolescencia que un cura pederasta le robó en un cuarto de la rectoría.

-¿Cómo se siente?

-De celebración. La gente me para y me da la enhorabuena, aunque también me dicen que le han caído muy pocos años. Pero al menos ha confesado. Que cumpla.

-¿Qué sintió cuando Barceló reconoció que la había violado?

-Nunca pensé que lo confesaría. Después de tantos años y siempre diciendo que no y no... Al confesarlo es como si me hubieran quitado un peso que he llevado encima durante mucho tiempo.

-Hace tres años dio una entrevista a este diario, pero sin foto y con seudónimo. Hoy da la cara, ¿ya no tiene miedo?

-No era por miedo. Hasta que no acabase todo no tenía interés en salir. Si ahora ya todo el mundo me para, imagínate si a mitad del proceso hubiese salido. Me hubieran empezado a preguntar cosas... Y más en un pueblo, donde todo el mundo se conoce. Cuando presenté la denuncia, había gente, de los que lo sabían, que me preguntaban 'por qué ahora, por qué no lo has dicho antes'. Pero es que son cosas que dices cuando te sale, cuando puedes. No es fácil. No es 'me ha pasado esto y lo digo'. No.

-Barceló dijo el lunes que "le desea lo mejor a la víctima". ¿Usted que le desea a él?

-Que se pudra en la cárcel.

-¿Cuándo fue la última vez que lo vio en persona?

-El lunes lo vi en el patio de la Audiencia; eso no debería haber pasado, la víctima y el agresor no deberían poder verse antes del juicio. Antes de eso, lo había visto en el último Madrid-Barça. Yo estaba en el bar de unos amigos y pasó por delante y se me quedó mirando, tan tranquilo. Me entró muchísima rabia y un amigo me llevó hacia atrás. Él siempre ha pensado que no acabaría en nada. Siempre ha ido con esa sonrisa que tenía el lunes. No sé por qué tiene esa actitud

."Esto no debería prescribir, las víctimas siguen sufriendo y el cura se queda a sus anchas"

-¿Cuándo comenzaron los abusos?

-Yo iba a la rectoría con otros niños. Hacíamos la catequesis, hacíamos de monaguillos e íbamos a hacer cosas con él, a jugar a tenis... Todo empezó a las pocas semanas, un día que nos enseñaba unas diapositivas de cuando había estado en Burundi. Había muchos niños sentados en el suelo pero a mí me sentó encima de él y empezó a tocarme. Pero con nueve años no piensas que es algo malo.

-¿La tocaba cada día que iba?

-Sí. Me decía que era normal.

-¿En qué momento vio que no era normal lo que le hacía?

-Una cosa son los tocamientos y otra es cuando empieza a abusar de ti. Yo empecé a ver que no era normal, que algo pasaba cuando empezó a llevarme solo a mí a su habitación, separada de los otros niños, para tocarme.

-Un día un catequista, Mateu Ferrer, entró en la rectoría y encontró al párroco encima de usted.

-Aquel día, cuando entró Mateu, [Barceló] me hizo salir por una ventana. Cuando vio que al principio no lo denunciaba, empezó a ir a más, a violarme y a forzarme.

-¿Se aprovechaba de su posición de poder?

-Sí. Y más con un niño que va allí a hacer catequesis... él juega a darte confianza y tu lo ves como un superior. Se aprovecha. Y manipular a un niño todavía es más fácil. Además un adulto sabe cómo hacer sentir culpable a un niño. Y si te sientes culpable no lo cuentas.

-La situación cambió cuando el catequista lo denunció en 1998.

-Entonces se paró todo. Se asustó, todos los niños dejamos de ir a la parroquia. Yo tenía diez años. Me enteré de la denuncia solo un par de días antes de ir a declarar y justamente él [Pere Barceló] estaba en mi casa. Y en seguida empezó a decirme que tenía que decir que no, que todo era mentira. Así me manipulaba.

-¿Por qué estaba en su casa?

-Un poco después de que empezara la catequesis, empezó a venir a mi casa, a visitar a mis padres.

-¿Y qué sentía al verlo allí?

-Todos estos años que estuvo viniendo, en cuanto lo veía me encerraba en la habitación o me iba. No podía estar en el mismo sitio que él.

-¿Cómo lo hace una niña de diez años para llevar semejante carga en secreto tantos años?

-No lo sé ni yo. He llorado mucho. Lloraba mucho cuando estaba sola, era la única manera de sacarlo.

-¿No lo sabía nadie?

-Hasta que presenté la denuncia en 2011 no lo había contado a nadie. Cuando fui a declarar la primera vez, cuando era una niña, por la denuncia que presentó Mateu Ferrer, lo negué. Él me había dicho que dijera que no a todo y yo lo decía. Y al final la denuncia se archivó. Años después, empecé a pensar que era tarde, que si lo contaba ya nadie me creería porque cuando era pequeña lo había negado en la fiscalía. Y entonces me resigné y pensé que lo que tenía que hacer era olvidarlo, que no podía hacer otra cosa. Y además de pequeña ya me había amenazado, y yo pensaba: 'Si ahora lo cuento, es capaz de cualquier cosa'.

"Él dijo en el juicio que me deseaba lo mejor.

Yo le deseo que se pudra en la cárcel"

-¿Cómo la amenazaba?

-Que podía pagarlo caro si lo contaba. Imagínate decirle eso a una niña. Y yo no sabía si se refería a que me haría daño a mí o a mi familia.

-¿Por qué en 2011 se decidió a presentar la denuncia?

-Me enteré por el diario de que había un documental sobre abusos. Siempre estoy mirando cosas en internet y me fijo más en estas noticias. Vi el documental en el que salía Mateu explicando lo sucedido, Els monstres de casa meva, sola en mi habitación. Aquel año también salió en los diarios que había otras chicas de Cala Ratjada, donde él había estado antes como párroco, que lo denunciaban por abusos. Y pensé, bueno, ¿por qué ahora no? Cuando vi el documental había crecido. Y veía las cosas de otra manera.

-¿Quién fue la primera persona a la que le contó lo sucedido?

-A mi hermana la mayor. Yo soy la pequeña de tres. Después de ver el documental ella se dio cuenta de que yo estaba mal, y me empezó a preguntar. Y al final lo saqué. Y le dije: 'Si no se lo cuento hoy a mi padre ya no creo que lo haga nunca'. Le dijimos que lo llevábamos a la peluquería, para sacarlo de casa y que mi madre no se enterase. No me salían las palabras, al final se lo tuvo que decir mi hermana. Él no sabía qué decir. Mi hermana le decía 'reacciona. Pero él solo contestó '¿Cómo voy a reaccionar? Si ahora ya no puedo hacer nada'. Al día siguiente llamó a Pere y le dijo que no volviese a acercarse ni a mí ni a nuestra casa y que no llamase a mi madre.

Tardamos un poco más en decírselo a ella porque yo pensaba que le daría algo, mi madre no estaba bien y todo le afecta mucho. Antes de decírselo pensé algunas veces que más valía estrellarme con el coche y dejar de sufrir. Un día que estábamos todos en casa se lo dije a mi otra hermana y a mi madre. En seguida me dijeron que fuera a denunciar. De los nervios, pegué un puñetazo en la pared y me hice daño, tuve que ir al hospital con mi madre y mi hermana. Mi otra hermana aprovechó para contactar con Mateu.

-No había hablado con el catequista desde 1998, ¿tuvo miedo de no contar con su apoyo?

-Sí, mi hermana también lo pensó, sobre todo después de lo que pasó él, que se quedó solo. Pero nos dijo enseguida que nos ayudaría. Dos días después vine a Palma y presenté la denuncia.

-Pere Barceló llegó a Can Picafort después de haber pasado por Cala Rajada, donde varias niñas habían sido víctimas de sus abusos ¿Cuánto sufrimiento se hubiera ahorrado usted si el Obispado hubiera reaccionado entonces?

-Mucho. Sí, lo he pensado varias veces. Pero solo lo cambiaron de sitio y siguió haciendo daño en un sitio nuevo, en Can Picafort. La Iglesia lo encubrió cuando debería haberlo parado desde el primer momento. También he pensado que me hubiera ahorrado muchos años de sufrimiento si la fiscalía hubiera obrado de otra manera cuando Mateu presentó la primera denuncia. Son muchos años de silencio y sufrimiento.

-¿Cómo vivió el momento en que el Obispado lo apartó del sacerdocio en 2013?

-Fue un primer paso de liberación. Pensé: 'Ya no está en la Iglesia, no podrá estar cerca de los niños y no podrá hacer daño a nadie más'. Pensé: 'Aún queda camino, pero hemos comenzado'.

"La Iglesia lo encubrió cuando debería haberlo parado desde el primer momento"

-El sucesor de Barceló en la parroquia, el cura Pere Fiol, lo defendió y dijo que tanto usted como las denunciantes de Cala Rajada eran "gente de mundo que ya han tenido unas cuantas parejas".

-Vino a decir que era una puta, y que lo hacía por dinero, que me había puesto de acuerdo con las de Cala Rajada, pero yo ni las conozco. Pero bueno. Me esperaba que se pusiera de su parte, eran amigos. Mientras que no ha habido una sentencia judicial, he oído tanto opiniones a favor de él como a favor mío. Desde el lunes no he oído ningún comentario a favor suyo.

-Han pasado 18 años hasta poder cerrar el caso ¿El sistema judicial ha fallado?

-Con la primera denuncia, sí. Después cuando denuncié yo ha ido mejor. A ver, han sido cuatro años, la justicia es lenta y hay momentos en que cuando ves que pasa el tiempo y no avanza dices 'esto no acabará nunca'. Además, creo que estos casos no deberían prescribir nunca. Por más que la ley diga que ha prescrito, el sufrimiento sigue ahí para la persona que se anima a denunciar. En cambio el cura queda a sus anchas. Se aprovechan, saben que es muy difícil que un niño denuncie.

-¿Las consecuencias psicológicas no prescriben nunca?

-Nunca. Eso lo tendrás siempre ahí, lo llevarás en tu cabeza toda la vida. Enseguida que se lo conté a mi familia, fui a mi médico y comencé tratamiento psicológico. También me han ayudado mucho en la asociación RANA. Aprendes a llevarlo, has de intentar que te afecte lo menos posible y aprender a vivir con eso.

-¿En qué momento le contó lo sucedido a su pareja?

-A la vez que a mi familia. Había noches, cuando me venía todo a la cabeza, que me ponía a llorar. Intentaba que no se diese cuenta, pero él sabía que algo pasaba. Me preguntaba y yo me inventaba cualquier cosa.

-¿Cómo le afectó lo sucedido a sus relaciones como adulta?

-Afecta. Tienes una relación más distante.

-¿Alguien del Obispado le ha pedido perdón?

-Los dos que vinieron al juicio -el vicario judicial, Nadal Bernat, y el abogado del obispado, Raimundo Zaforteza- me pidieron perdón cuando me comunicaron que Barceló sería expulsado.

-¿Y puede perdonar?

-No, esto no se puede perdonar. Le tengo mucha rabia. No sé si se la tendré siempre.

-¿Su familia sigue siendo creyente?

-Yo no, y mis padres nunca lo han sido mucho. Mi abuela sí y va a misa, pero ha estado de mi lado siempre.

-¿Qué diría a quienes son o han sido víctimas de abusos?

-Que no se asusten ni tengan miedo y que denuncien. Conmigo ha habido justicia, aunque hayan sido pocos años: seis años de cárcel y otros cinco de alejamiento. Once años de tranquilidad.

-¿Ahora empieza una nueva vida?

-Sí. Desde que me pasó esto he sido una persona muy cerrada. En cuanto empecé a sacarlo, empezó a cambiarme la personalidad, salió la personalidad que igual hubiera tenido si no me hubiera pasado nada. Ahora estoy recuperando la vida que hubiera tenido si no me hubiera hecho nada. Estoy más abierta, no me encierro en casa, salgo más... Los abusos me han robado la juventud. Yo era una niña muy abierta, pero con lo que pasó me encerré en mí misma.

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