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Nuevo tributo a los viajeros

"La ´ecotasa´ es una cerveza menos: hoy solo beberé 29"

A los turistas les sorprende más que les pregunten por el impuesto que el hecho de que se lo cobren. Los clientes de apartamento ilegal no lo están pagando

El aeropuerto era ya ayer un hervidero de turistas, que pondrá a prueba a las recepciones de los hoteles con el nuevo impuesto.

En isla paraíso hay lugar para exceso y para relax. Para borrachos y sibaritas. Para prostíbulos de mafia policial y para negocios que buscan el futuro por la vía de la excelencia. Y a los clientes de unos y otros los hermana la nueva ecotasa, menos conocida como Impuesto de Turismo Sostenible, esos hasta dos euros por noche que los viajeros de hoy, a diferencia de los de ayer, ven más como anécdota que como castigo. Al borracho de mediodía le da para hacer un chiste. Al visitante sibarita le sirve para enarcar la ceja y armar una reflexión sobre lo fantástico que es pagar por mantener una isla que han hecho suya hasta para lo bueno.

La ecotasa es una anécdota tan aburrida que a los turistas más viajados les extraña que los periodistas del lugar les pregunten por ella. Su sorpresa es también la de la recepción de algunos de los mejores hoteles de la isla, como el Pure Salt Garonda, un cinco estrellas de Platja de Palma en el que ayer explicaban que en este mundo de gente viajada los turistas saben más de ecotasa que quien se la cobra. "La mayoría están acostumbrados a pagar. Además, cuando llegan les informamos del impuesto. También se les notificó en el momento de hacer la reserva. Y los que vinieron días antes y empiezan ahora a pagar ecotasa ya estaban avisados. Se lo cobramos a nuestros clientes en el check-out, con otros cargos de la estancia que suele haber. Nosotros colaboramos con Unicef e incluimos un cargo con ellos, que pueden quitar. Y la ecotasa también se detalla, aunque esta no se quita", cuentan amablemente en la recepción del Garonda, un hotel de lujo en el que lo más estresante es acostumbrarse a la paz de un lugar atípico en la bulliciosa Platja de Palma.

En lugares así cuesta imaginar a un turista protestando por un cargo de dos euros por día, más allá de los problemas que pueda tener para encontrar en su bolsillo monedas de tan poco peso. "Es cierto que quizá nuestros clientes no son tan sensibles al precio, y a lo mejor se quejan más en hoteles de tarifas más baja. En eso no pagan 2 euros, sino 1,5 euros, pero si se quedan diez días y son varios pues ya es una cantidad. Alguna cerveza menos", bromean en el Garonda.

Y no hagan bromas con la cerveza en esa constante Oktoberfest que es aún buena parte de Platja de Palma. Antes que eso, pregunten a otros públicos con menos fondo de cartera. Basta con acercarse a la playa, donde los abonados a la Oktoberfest de cada día beben en manada. Que el botellón está tan prohibido en la zona como los prostíbulos, pero ambos existen sin que se les vea peligro de extinción.

¿Les molesta a los botelloneros la ecotasa? Pues sí, pero por su respuesta verán que la preocupación es en realidad algo que dejaron en Alemania, con la responsabilidad: "Nos lo han dicho en el hotel. Es una mierda: ¡Una cerveza menos al día! Hoy tendré que beberme solo 29", cuenta entre risas Kai Berger, 21 años de jolgorio y extroversión. Le acompañan en el testimonio las carcajadas etílicas de sus ocho amigos de expedición, la mayoría vestidos con la camiseta de la selección alemana. Se que para algunos aún hay fútbol. Kai y sus colegas de cerveceo en bucle vienen de Hamburgo, dicen. Y vuelven a bromear: "Allí es mejor: tenemos una cerveza más al día y la misma marcha. Así que supongo que esto es un impuesto por el sol y la playa".

Y algo así es, la verdad. Un impuesto para que los turistas ayuden a cuidar lo que usan y estropean. Bien está que lo entiendan. Porque lo entienden: son las 12.30 del mediodía, sudan cerveza, están visiblemente contentos y aún así comprenden el tributo. No parece pues que los distribuidores de cerveza de Mallorca vayan a perder tan insignes clientes a cuenta del tributo.

Los apartamentos no lo cobran

Pero hay que rascar más. La investigación lleva al cronista tres pasos más allá, quizá cuatro, siguiendo un método científico que es pura dinámica de fluidos etílicos y ley de oferta y demanda: a tres pasos, quizá cuatro, están Lina Kauschke y cinco amigas, el imán irresistible que atrajo a la pandilla de Kai. "Los conocimos anoche", dice ella, que no tiene ni idea de la ecotasa. "Tenemos dos apartamentos y no nos han dicho que haya que pagar nada extra". Reservaron por AirBNB, dicen, y desvelan lo que ya se suponía: los apartamentos se van a saltar el impuesto cuándo y cómo quieran.

Sobre todo los ilegales. Para comprobarlo, sigue la ciencia. Aislamos el factor alcoholismo cambiando el Arenal por el centro de Palma, barrio estos días de fiesta y siempre lleno de turistas en apartamentos de uso residencial. Es ilegal, pero ahí están. Y siguen llegando. Con sus maletas desfilan Elisa Bonucci y dos amigas. Las tres de entre 25 y 30 años. Todas de cerca de Milán. "Vamos a la calle Corderia". Enseña un folio impreso con una reserva de AirBNB. ¿Saben algo del impuesto turístico? "No nos han dicho nada, pero hemos quedado ahora. Vente con nosotras".

Voy. Y constatado queda: ni les han cobrado, ni les van a cobrar. El dueño se llama Daniel y cambia su apellido por su testimonio, que es el de siempre: "En teoría [en realidad, no es teoría, es la ley] no puedo alquilar a turistas, pero todo el mundo lo hace. No cobro el impuesto, no soy tonto: ¡cómo voy a pagar un impuesto por algo que no puedo estar haciendo! Sería como decir que estoy alquilando ilegalmente". Y así es, pura lógica, a diferencia de la tesis del Govern, que sostiene que la actividad ilegal también tiene que pagar impuestos. Otra cosa es que lo haga, que va a ser que no. Al menos por ahora, a la espera de que este mismo año se regule el alquiler turístico en edifico residencial y todo lo que es hoy forzosamente negro pueda vivir en blanco. Y pagar esta nueva ecotasa que ya no asusta a nadie.

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