Los visitantes del Consolat de la Mar, ya sean nativos de Laponia o de Brasil, se ajustan un pañuelo a la cabeza antes de acceder al despacho de José Ramón Bauzá. Con este aditamento de vestuario y un acento arábigo impostado, pasan a ser miembros de la familia real de Qatar, de Abu Dhabi o de señoríos todavía más exóticos.

La credulidad del Govern de Bauzá con los jeques sospechosos ya le ha costado un primer batacazo en Canyamel. Allí, la información oficial del ejecutivo presenta un adefesio urbanístico con los auspicios de la familia real qatarí, pese a que en ese emirato lo ignoran todo sobre el avispado que se colocó un pañuelo antes de visitar al president.

En la tarde de ayer, Bauzá recibió a unos jeques daneses, con otro proyecto fantasmagórico y de financiación ignota. Curiosamente, en ninguna iniciativa –incluido el califato de Magaluf del jeque Escarrer– se detalla la procedencia de inversiones medidas en millones de euros. Como medida de cautela, el president debería negarse a recibir a ningún emir que no coloque antes el dinero prometido en un depósito en garantía. O escrow account, en la jerga de los jeques.

Murdoch recurría en su prensa a falsos jeques para soltar las lenguas de miembros de la realeza y la política británicas. Con Bauzá tendría un filón, porque se rinde a cualquier jeque. La liberalización del suelo privado mallorquín –a la espera de la venta en régimen de saldo del patrimonio público– no nos devuelve a los ochenta, porque nadie cuenta ya con financiación. Entretanto, el turismo es el petróleo balear, aunque más sucio. La industria de los viajeros se anuncia con el medio ambiente que el Govern se ha empeñado en destruir. Gratis.