La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Lo habrán escuchado en el colegio o en la tele. Explica una de las esencias físicas que rigen el funcionamiento del Universo. Así que aplíquenlo al dinero y ya tienen un axioma irrefutable hasta en crisis: el dinero y la riqueza no se destruyen, solo se transforman. Cambian de manos. Porque eso es justo esta crisis: que el dinero que aquilataba muchas manos ha pasado a concentrarse en los bolsillos, cuentas y cajas de caudales de unos cuantos elegidos. Lo explican los datos de renta hechos públicos esta misma semana por la Agencia Tributaria, que reflejan una realidad que seguramente chocará a la mayoría: en los tres años más agresivos de la peor crisis que las generaciones vivas han visto, la renta media de los mallorquines se encogió en apenas 89 euros por cabeza y año.

Y eso son solo 15.000 de las extintas pesetas. ¿Justifica una cantidad que no da ni para pagar una dieta de empresa pública la depresión económica y social que todo lo impregna? Pues no parece. Así que ahí tienen otra realidad, ésta matemática: las medias mienten mucho. O si no mienten, confunden. Porque aunque los ingresos medios de los trabajadores mallorquines hayan pasado de los 21.977 euros anuales previos a la crisis a los casi idénticos 21.888 euros declarados en las rentas del año pasado, pocos son los que viven igual de bien que antes del desastre. Y aún menos son los que han logrado mejorar su estatus. Solo que los que los que han prosperado lo han hecho a conciencia.

Y por ahí miente la media: la renta de todos se mantiene casi igual, pero la mayoría de la ciudadanía pierde mientras triunfan unos pocos. Muy pocos, realmente: de los 413.615 baleares que presentaron su declaración de 2010, únicamente 15.629 ganan más de lo que ganaban. Así que mientras 97 de cada cien habitantes se han empobrecido durante la crisis que no cesa, tres afortunados subían un escalón para ser más ricos de lo que ya eran.

Los 15.629 afortunados

¿Quiénes son? Pues única y exclusivamente los 15.629 baleares que ingresan entre nóminas, inmuebles y capital más de 60.000 euros al año. Los 398.000 trabajadores restantes aprietan los dientes. Por el camino muchos aspirantes a nuevo rico se han convertido en nuevos pobres, mientras pobres de siempre siguen siendo lo que fueron. Se ve en la estadística y se siente en la calle. Hagan la prueba, como la hizo DIARIO de MALLORCA: paren a una decena de vecinos conocidos o desconocidos y pregúntenles sin mucho preámbulo si viven mejor que en 2007. La respuesta de nueve de los diez ciudadanos asaltados en la calle por este cronista fue la que imaginan: un rotundo "no", en la mayoría de las ocasiones acompañado de una sonora carcajada. Que ganar más en plena crisis suena a chiste.

Y el décimo, el única ciudadano de la poco científica pero muy ilustrativa encuesta de este diario que dice que sí ha mejorado su vida desde el inicio de la crisis, confiesa que su progreso es más espiritual y vital que económico y monetario: ingresa menos pero vive "mejor". El feliz ganador de la recesión que le liberó del trabajo es Rodrigo Querol, un prejubilado de 59 años que asegura que cobra casi lo mismo que antes, solo que sin pegar palo ni clavar clavo. "Estoy encantado: vivía en Madrid y ahora estoy con mis hijas en Mallorca. Y voy a cobrar bien hasta los 65 años. Luego la pensión va a ser más baja", matiza ufano, sabedor de que hasta los 65 aún le faltan seis años. Y para entonces a ver quién le quita lo bailao.

Los otros nueve encuestados seguirán bailando. Algunos ilusionados con sus proyectos de autoempleo (autónomos huyendo del paro) y otros preocupados por la incertidumbre que dura ya tres años. Ese es el caso de Mara Ramos, que llegó a la isla en 2008 para un trabajo "de los buenos" en una empresa de chárter náutico. Le duró un año. Ahora mata las horas buscando trabajos de auxiliar administrativa. Aquí o en la península. "Donde sea, porque ya no puedo esperar más. En mi empresa me pagaron el primer año más de 30.000 euros netos y luego lo empezaron a pasar muy mal y nos echaron a varios. Se portaron bien, pero estaban fatal. Ahora vivo de ahorros porque no tengo paro, y últimamente lo mejor que me han ofrecido son 800 euros al mes y puestos de autónoma".

Su historia es la de tantos. Se la contaremos con cifras, que abruman, pero explican de maravilla lo ocurrido en tres años de crisis: allá por 2007, cuando Zapatero se preparaba para la reelección en un país lanzado y Matas se despertaba del sueño del Palma Arena y el divino Govern del "hágase", en Mallorca los mileuristas cobraban de media 101 euros más que hoy. En aquella isla que algunos creyeron inmune a las crisis que cíclicamente limpian la economía había 55.030 personas que vivían al año con menos de 6.000 euros: hoy la legión de los que renquean con lo justo ha crecido hasta los 61.429. Es decir, hay 6.399 inframileuristas más, que encima ganan de media un 2,7% menos. El auge de los inframileuristas es tal que les ha valido un nombre de grupo. Y su retroceso salarial resulta tan acusado que no les hace falta ni ponderar el encarecimiento de la vida y los precios en estos tres años para saberse perdedores de la crisis.

Mileuristas y clase media

Y lo mismo les ocurre a los mileuristas puros y duros, los de a mil euros el mes, que hoy cobran un 0,83% menos. Y cada vez son más: su censo asciende a 90.575 en unas islas en las que la nómina más generalizada es precisamente esa: menos de mil euros al mes. La clase media en cambio ha logrado mantener el pulso: tras tres años de crisis, hoy viven en Balears casi los mismos ciudadanos con sueldos de entre 12.000 y 30.000 euros al año, que meten en la saca unos euricos más que en 2007: cobran un 0,8% más, avance tan magro que los convierte también en perdedores de la crisis. Porque ese 0,8% significa que su billetera vale menos de lo que valía.

¿Por qué? Pues por lo que casi todo el mundo nota y algunos visten de cifras y conceptos: los precios se han encarecido. Y bastante. Es la inflación, que se mide en una tasa, el IPC (Índice de Precios al Consumo), que habla con claridad meridiana: desde 2007 los precios que paga todo hijo de vecino cada vez que va al súper, echa gasolina, compra ropa o se toma un refresco han crecido en Mallorca un 10,8%. Así que la cuenta es casi redonda: desde que empezó la crisis, la renta media de los mallorquines ha decrecido un 0,4% mientras se disparaban un 10,8% los precios. Eso quiere decir que los consumidores de la isla han visto reducida se capacidad de compra en más de un 11%. O traducido: con el dinero que antes daba para comprar diez coches hoy se consiguen nueve. Y donde antes había posibles para apoquinar diez comidas fuera de casa con la familia, hoy no llega ni para nueve. Y aunque llegue, pocos son los que se zampan las nueve citas de mesa y mantel: es el efecto psicológico del miedo y la desconfianza, esa angustia ante el futuro que hace que los mallorquines hayan disparado sus cuotas de ahorro hasta niveles nunca vistos. Por si vienen mal dadas.

Aunque ya saben: las penurias van por barrios. Y últimamente llegan también al centro: afectan al 96,3% de la población balear, que es la que ha visto reducida su capacidad de compra. Pero hay un 3,7% de vecinos de la isla que se libran, esa selecta miniporción de la sociedad que gana más de 60.000 euros al año. Cuando arrancó la crisis, eran 15.915 los baleares que superaban ese nivel de ingresos. Hoy son 15.629. Así que el club de los ricos ha perdido menos de 300 efectivos en esta crisis. Y los que han quedado pueden batir palmas y brindar con champán y cava (les da para ambos lujos): ellos son los únicos que han logrado batir a la inflación, para ver cómo sus ingresos engordaban dos puntos más que los precios. Sus rentas medias se quedan así en 78.606 euros (cifra en la que se incluyen salarios, beneficios de acciones, plusvalías de pisos y, en general, todo lo que se declara con el IRPF).

111 ricos entre los ricos

Eso sí, hay ricos, y ricos ricos muy ricos. A los primeros, a los ricos de medio pelo, los que ganan entre 60.000 y 600.000 euros al año (entre 10 y 100 millones de las extintas pesetas), les ha ido muy bien en esta crisis. Le han ganado a los precios, por lo que son mucho más poderosos de lo que ya eran. Pero los ricos pata negra no pueden presumir de lo mismo. No con los datos de declarantes del IRPF en la mano: en 2007 había en Mallorca 112 personas que ganaban más de 600.000 euros al año, una cifra que solo ha perdido un efectivo (no me pidan que lo busque). Hoy son 111 ricos de pura cepa, que diría el alcalde Isern, pero ganan casi la mitad que antes de la crisis.

Privilegios fiscales

Pero no lloren por ellos: estos datos son los de declarantes del IRPF, y en el exclusivo club de ricos riquísimos que ingresan más de 600.000 euros al año raro es el socio que no tenga una empresa o varias. Y aún más raro es el miembro que, a imagen de ilustres y famosetes como Almodóvar, las Koplowitz, Amancio Ortega y Ana Rosa Quintana, no amasen dinero en alguna que otra SICAV, ya saben, esas sociedades de inversión que exigen invertir un mínimo de 2,4 millones y que como privilegio inigualable solo tributan el 1% de sus beneficios, frente al 43% de tipo máximo del IRPF. Así que para los ricos de verdad, el IRPF no existe más que como trámite: su energía monetaria se crea pero ni se destruye ni se transforma en los mismos impuestos que financian la sociedad de todos los demás.