­­Jordi Curell es el responsable de Aprendizaje Permanente de la dirección general de Educación y Cultura de la Comisión Europea. Hace unas semanas visitó la Universitat e impartió una conferencia a docentes y jefes de departamento, que le plantearon dudas sobre el Plan Bolonia y el ámbito de la investigación.

— Balears tiene las tasas más altas de fracaso escolar de Europa y de las más bajas de universitarios, ¿se comenta nuestro caso en la Comisión Europea?

—A nivel europeo examinamos estos indicadores a nivel nacional. Pero efectivamente, globalmente la tasa de fracaso escolar es muy alta. Las comunidades están poniendo en marcha programas que poco a poco están dando resultados, pero en educación los problemas no tienen soluciones inmediatas, requiere tiempo.

— La Unión Europea se ha marcado como objetivo reducir el fracaso escolar al 10%. Aquí es del 40,8%, ¿somos realistas?

— Estos objetivos fijados a nivel europeo es una media, no es que cada estado, cada región, cada ciudad y cada barrio tenga que llegar a estas cifras. Lo que se pide es que estos objetivos europeos se traduzcan a nivel nacional. Un país que tiene un fracaso del 9% tendrá que hacer un esfuerzo para que la cosa no descarrile; un país que tiene un fracaso del 18 o el 20% tiene que hacer un esfuerzo en base a un objetivo realista. Hay que buscar una tendencia a la baja. Lo que es importante es la dirección, que los Estados hayan aceptado asumir estos objetivos a nivel nacional.

— ¿Qué tiene Finlandia que no tengamos nosotros?

— En el Informe PISA de la OCDE se establece que es difícil saber las causas. Los indicadores educativos son un reflejo de la sociedad y de la historia. Los sistemas educativos dependen mucho de la historia de un país. Una explicación posible, no la única, es algo que también pasa en un país tan diferente como Corea del Sur que también tiene muy buenos indicadores, y es el reconocimiento social del profesores. No es sólo el sueldo, que también, es sobre todo el reconocimiento social. Hacerse profesor es una salida profesional muy reconocida tanto en Finlandia como en Corea y esto no sucede en otros países. Está claro que la motivación y el respaldo es fundamental para que los sistemas educativos sean más eficaces.

— ¿Qué papel juega la formación de los docentes?

— El tema de la formación está muy ligado. Si es una profesión efectiva, es porque se forman mejor, va gente más buena, los formadores de los profesores están más motivados... Es todo un círculo. Si, en cambio es una profesión mal vista socialmente, la calidad de la formación de los profesores también baja. Pero, repito: éste es un factor, no el único.

—La llegada del Plan Bolonia ha coincidido con la crisis, ¿cómo se está haciendo la adaptación?

— Los principios de Bolonia de transparencia, transferencia de créditos, un enfoque más centrado en el alumno y más en los contenidos de aprendizaje que en las horas que pasas en el aula... sobre esto más o menos ha habido un consenso sobre su utilidad. Ahora lo que toca es la fase de reposo y evaluación, las reformas ya están hechas. Hay que ver qué cosas son buenas y cuáles se pueden mejorar, a nivel de Bolonia en sí mismo, en cada Estado y en cada centro.

— Al principio fueron los alumnos los que mostraron más rechazo a Bolonia. Ahora, según ha comentado, se oyen voces críticas entre los profesores.

—Depende mucho de los sitios. Bolonia está más centrado en las necesidades de los estudiantes y eso supone más esfuerzo para los estudiantes, y esto quiere decir más infraestructura, y eso supone más dinero y en época de recortes presupuestarios es más complicado. Globalmente no hay ahora la sensación de descontento que había hace cuatro años, pero sí que hay profesores que piensan que la calidad ha bajado, pero no son la mayoría ni mucho menos.

— Si no cambia la situación en España, ¿corremos el riesgo de que nuestros cerebros se vayan a Alemania para no volver?

— La retención de talento está a dos niveles. Por un lado, en el laboral: si no hay oportunidades de trabajar a una región la gente se plantea irse. Por otro lado está la capacidad de las instituciones públicas de mantener a los investigadores en Europa y se están haciendo esfuerzos en esta línea.