La tormenta comenzó hace dos años, pero no llegó a Balears hasta hace un mes. La trajo Abel Matutes: el exministro del PP hacía oír su voz de empresario turístico de referencia para lanzar una carga de profundidad contra los permisos del Gobierno para buscar petróleo en el fondo de la franja de mar que separa la albufera valenciana de las playas baleares. Su denuncia era simple, aunque no nueva: los sondeos son "un peligro muy grande" para el turismo, la economía y el medio ambiente de las islas.

¿Por qué? Respondía el propio Matutes: primero, decía, por los lodos que genera la exploración marina y, después, por la amenaza de marea negra que conllevaría la mera instalación de una plataforma petrolera. El empresario y expolítico tomaba así prestado el argumentario de ecologistas como los de Oceana, que, desde marzo de 2009, habían tratado de frenar los sondeos durante su tramitación burocrática. Nadie les escuchó. Ni el Gobierno, ni Matutes. Así que las últimas prospecciones se aprobaron vía decreto el 22 de enero: dos campos de sondeo a 35 millas de Eivissa en las que la empresa Capricorn buscará petróleo seis años.

Dos campos que se suman a los tres aprobados en diciembre: en total, cinco más. Pero cinco entre muchos. Porque Matutes, los empresarios, esta semana el Senado, y los gobiernos de la Comunidad Valenciana y Balears llegan tarde. Muy tarde. 37 años tarde: en el triángulo de mar delimitado por Mallorca, el límite costero de los Pirineos y el sur de Alicante hay ya un total de 131 pozos, puntos de cata y sondeos de prospección. Todos ellos han sido autorizados por los sucesivos ministros que han ocupado la cartera de Industria desde 1974. Los hubo con Franco, con UCD, con el PSOE y con el PP. En el Gobierno del que formó parte Matutes y en el que hoy tiene a Sebastián por ministro de Energía y neumáticos (fabricados, por cierto, con derivados del petróleo).

De hecho los ecologistas se oponen a estos pozos con el mismo argumento que a los anteriores: peligro. Riesgo de vertidos. Amenaza de lodos. Contaminación por metales pesados. Todo sintetizado en un ejemplo: el desastre económico y ecológico de la marea negra que el pasado verano barrió el Caribe, un vertido del tamaño de Mallorca y Menorca juntas que contaminó el mar más turístico en un radio de mil kilómetros. Mil kilómetros: ni las 35 millas que hay entre los futuros sondeos y Eivissa, ni las 200 kilómetros que separan Mallorca de los pozos que desde hace 30 años amenazan la isla.

Vertidos en Tarragona

Da fe de ello el director ejecutivo de Oceana, Xavier Pastor, que ha visto ya más de una crisis petrolera en el Mediterráneo. "En Tarragona están extrayendo petróleo desde hace años y llevamos ya un buen número de vertidos". Se refiere a manchas como la que en diciembre pintó de chapapote las costas catalanas. El crudo llegó a la turística Salou y tiznó las orillas levantinas, ante las que durante días flotó una amenaza negra de 1.900 hectáreas, seis veces mas que la isla de sa Dragonera .

Y no era la primera. Desde que en 1975 Repsol inauguró su refinería en el Delta del Ebro, los ecologistas han denunciado decenas de vertidos. Todos tienen el mismo origen: la plataforma petrolera Casablanca, un complejo a 52 kilómetros de Tarragona y 150 de Mallorca que se alza 75 metros sobre el mar y perfora el subsuelo marino en cuatro zonas de pozos. Son los campos Rodaballo, Boquerón, Barracuda y Chipirón, que pese al nombre poco tienen de fauna subamarina y mucho de lodo removido y metales pesados ultracontaminantes: no albergan peces, sino combustibles fósiles. Petróleo.

De allí salen cada día 2.000 barriles, que suenan a mucho pero son lo que un vaso de agua a un río: un sorbo. En Argelia, cuya costa está más cerca que la de Murcia aunque a menudo se olvide, producen 1,8 millones de barriles al día. Los argelinos tardan un minuto y medio en generar el mismo petróleo que Repsol saca en todo el día del Mediterráneo. Y no son los únicos. Italia ha perforado 1.653 pozos en medio siglo. Y Marruecos explora cerca de Gibraltar otros 28, situados justo en el peor sitio para Balears: en el punto en el que las corrientes de entrada en el Mediterráneo colocarían cualquier vertido a orillas de Mallorca en cuestión de días.

Menos peligrosos por las corrientes son los campos de Libia y Túnez, pese a que el país aún oprimido por Gadafi chupa a pocas horas de navegación de Mallorca 60.000 barriles de crudo al día. Salen del mayor pozo del Mediterráneo, Al Bouri, en el que aún quedan 2.000 millones de barriles por extraer. Y 2.000 millones de barriles son muchos dólares. Demasiados. Por eso los expertos en contaminación advierten del riesgo de los nuevos sondeos de Valencia, pero los ponen en contexto: "El impacto de unos sondeos a esa profundidad es mínimo. Hay peces, pero están muy adaptados a un entorno en el que no hay ni luz. La mayor amenaza de marea negra no son en realidad las plataformas petroleras ni los sondeos: son los buques petroleros", explica el científico, doctor y profesor de Ingeniería Química de la UIB José Ramón Bergueiro, poco sospechoso de connivencia con las petroleras: en su despacho se cuece un informe que ya va por los 1.000 folios sobre el impacto de la marea negra provocada en el Caribe por la plataforma Deepwater. También estuvo sobre su mesa el plan de prevención de vertidos que hoy usa Balears en casos de emergencia. "Por desgracia, en mi especialidad cada vez tenemos más trabajo", reconoce.

Se refiere el bregado científico a las aventuras cada vez más arriesgadas que inician las petroleras: el crudo se agota cerca de la orilla, así que van cada vez más lejos. Más lejos y más profundo. Siempre más lejos y más profundo. Y ese es el problema. El riesgo crece de forma directamente proporcional a la profundidad a la que se pica. "Las petroleras dicen que no corren riesgos, pero están dispuestas a hacer lo que sea por encontrar petróleo", avisa el ecologista Pastor.

¿Es ese el caso de los nuevos sondeos? No lo parece. Allí las profundidades no son tan grandes. Distinto es lo que está por venir: los geólogos y las petroleras le tienen echado el ojo a las aguas que separan Menorca de Córcega. Allí el Servicio Geológico de Estados Unidos calcula que hay un 60% de probabilidad de que haya grandes reservas de crudo y gas. Sobre todo gas: hablan de entre 250 millones de barriles de petróleo y 360.000 millones de metros cúbicos de gas, suficientes para abastecer a España durante un siglo.

Pero ahí el riesgo crece exponencialmente: para llegar al fondo hay que salvar una lámina de agua de 3.500 metros, antes de perforar otros 5.000. Por eso los proyectos para la zona se han quedado en nada. "Se sabe que de aquí a Italia tiene que haber reservas, pero no es tan simple: ¿Dónde pinchas? ¿Dónde perforas?", resume Bergueiro, que insiste: el peligro en este negocio está ligado a la ambición. Y picar a 3.000 metros de profundidad es peligroso y ambicioso.

No es el caso de Valencia, donde se suspira más por gas que por petróleo. Y se busca a menos profundidad. ¿Pero habrá suficiente para que sea rentable? O, mejor dicho: ¿Habrá? La empresa que va a hacer las exploraciones cree que sí. No en vano se va a gastar 41 millones en la operación, que también suenan a muchos pero pierden empaque en la comparación: Argelia tiene proyectos de prospección por valor de 50.000 millones. "Ese es el problema de Europa –razona Bergueiro–: somos tecnológicamente competitivos como economía, pero dependemos en un 99% del petróleo exterior". Y por eso Italia pica, Francia pica, España pica y Noruega extrae barriles por millones en el Mar del Norte.

La amenaza son los barcos

Mientras tanto, el petróleo sigue fluyendo por el Mediterráneo: lo hace por el subsuelo, seguro, pero sobre todo por la superficie del mar más contaminado del planeta, al que se vierten cada año 650.000 toneladas de hidrocarburos. Cinco Prestige al año. "¡Esa es la gran amenaza! Un mar que es menos del 1% de la superficie marina del planeta absorbe gran parte del tráfico petrolero mundial", reflexiona Bergueiro, que con gran parte se refiere exactamente al 28% del tráfico mundial de petroleros, que mueve entre el canal de Suez y Gibraltar, ante las mismísimas narices de Mallorca y las playas y parques naturales que ahora preocupan a Matutes, 66.000 cargueros y buques cisterna al año. 66.000. Y bastó con uno para que Galicia se vistiese de luto y chapapote a cuenta del Prestige.