A las 12 y 12 minutos del día 24 de mayo de 1994. Fue en ese momento exacto cuando los cañones de Cabo Blanco y Cala Carril dispararon por última vez, algo que añoran muchos antiguos artilleros, hoy en la reserva. Hace 17 años que los vecinos de la zona oyeron el estruendo de los Vickers por última vez y que los animales se asustaron con aquel tronar que algunos artilleros calificaban de "ocaso de los dioses". Aquel día soleado, y coincidiendo con la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, comenzó con un prólogo de un ejercicio de tiro, que supuso el disparo de media docena de proyectiles desde la batería de Cabo Blanco.

A continuación, los cuatro cañones de Cala Carril, modelo Vickers de 152 milímetros, dispararon por turnos hasta 24 proyectiles. Después, los últimos doce disparos se realizaron en tres tandas de cuatro, casi simultáneas, dirigidas hace una supuesta fuerza naval que salía de Palma tras cumplir una misión de guerra. Según indicó el teniente coronel Montserrat aquel día –una jornada melancólica para muchos– en este tipo de ejercicios de defensa naval "priva más la rapidez que la puntería".

El disparo de las piezas pesadas de Cabo Blanco aquel día provocaron un considerable susto entre los residentes de Llucmajor y alrededores y seguramente más de uno aún recuerde cómo temblaron los cristales de su casa, según figura en las crónicas periodísticas registradas aquel día.