Llevan casi veinte años de lucha pacifista. Dos décadas de sufrimiento, rabia e impotencia. Unos 7.500 días viendo como se violan sus derechos humanos. Pero esta guerra pacífica está al borde del abismo, sobre todo, entre la población más joven. No aguantan más. No tolerarán ni una muerte más. Lo que fue una manifestación espontánea de unas familias que se instalaron en el campamento de la dignidad de Al Aiun, en el Sáhara ocupado, acabó con un violento desalojo por parte de Marruecos. Fue en estos momentos cuando se agotó la paciencia. "Me veía en los campamentos con el fusil en la mano", reconoce Nafi Brahim, un saharaui de 20 años que estudia Filología Hispánica en la UIB y lleva diez años en Palma. Su pensamiento vale por los 35 jóvenes saharauis que estudian en la isla. "Los jóvenes de Balears estamos dispuestos a lo que sea para defender nuestros derechos legítimos y no dudaremos en regresar a los campamentos si el Polisario hace cualquier tipo de llamamiento", remarca.

"Rechazamos totalmente la lucha armada pero sin ninguna duda iremos a la guerra. Si la ONU no defiende la legitimidad de los derechos humanos y España, que es la potencia administradora y tiene la responsabilidad sobre el Sáhara Occidental, condena los hechos sin mencionar la culpabilidad de Marruecos, no nos queda otra opción", reflexiona.

"Las fuerzas de seguridad marroquíes entraron en el campamento con camiones de agua caliente a presión y los agentes iban armados. Después del desalojo, continúa, los saharauis se dirigían a la capital mientras los marroquíes les atacaban.

El toque de queda del Gobierno marroquí fue la gota que colmó el vaso. Su objetivo era ir casa por casa y encarcelar a los menores de 30 años, unas cárceles que solo entienden de torturas: electricidad en los tobillos, ahogamientos, trapos mojados con orina en la boca y golpes, muchos golpes. Nafi relata que las fuerzas de seguridad marroquíes detuvieron a jóvenes, mayores sospechosos de participar en la intifada e incluso a niños. "Las madres se quedaban todo el día en el colegio para vigilar que la policía no se llevara a sus hijos", explica. Y los heridos, continúa, no "pueden ir al hospital porque cuando ven que eres saharaui te mandan a la cárcel".

Quien más quien menos, tiene familia en el Sáhara ocupado. Los allegados de Nafi "están bien", aunque reconoce que "si mi primo está mal no me lo va a contar por miedo a que los teléfonos estén pinchados. "No nos pueden decir nada más", añade. El hermano de un estudiante saharaui de Palma fue detenido durante dos días. Nafi cuenta que su familia da gracias a Dios porque solo le han pegado y no ha tenido que pasar por el calvario de los torturadores. Para hacernos una idea de la crueldad y la dureza de las cárceles, Nafi puntualiza que aquellos que ejercen las torturas en el Sáhara son los maestros de los torturadores de Guantánamo.

Situación insostenible

Todo ello, resume Nafi, hace que la situación sea insostenible. Los jóvenes han acabado la paciencia, se sienten "impotentes" al ver como llevan veinte años intentando encauzar el conflicto por la vía pacifista mientras "Marruecos tortura y mata a saharauis". Añade que los mayores son los más reticentes a tomar las armas pero lo justifica en que ellos ya han vivido una larga guerra, que duró de 1975 a 1991. De todas maneras, Nafi insiste en que muchos saharauis estamos a favor de la vía pacifista. Sin embargo, la frustración se refleja en su rostro cuando le viene a la mente la reiterada violación de los derechos humanos, al recordar que hay multitud de saharauis en la cárcel por pura "arbitrariedad de un gobierno totalitario". "Tenemos derecho a tomar las armas", remarca. "Si ni la Unión Europea ni Naciones Unidas ni España defienden nuestros derechos humanos, algo debemos hacer", se plantea.

"Yo no sé cuál es mi futuro, por mucho que estudie si tengo que volver al campamento, volveré". "Los saharauis que vivimos en España estamos dispuestos a volver a los campamentos para defender a las familias. "Vivimos sin un futuro concreto", es su reflexión.

Por ello, Nafi en nombre de los saharauis residentes en la isla critican que el Gobierno español haya tardado tanto en condenar los hechos. Sin embargo, lamentan que su condena no haya mencionado el culpable de la masacre. En sus reiteradas protestas pueden gritar más alto pero el mensaje es claro: España debe condenar al culpable del asalto.