Dos chicos van por los pasillos del Aulario, el edificio prefabricado que lleva seis años acogiendo, de forma ´provisional´ los estudios de fisioterapia y enfermería de la Universitat. Uno es novato, él otro ya lleva varios cursos. "Hoy vuelvo a tener examen", dice el primero. "¡¿Otra vez?!", pregunta el amigo con incredulidad. "Sí, y pasado mañana otro, de otra cosa". "Cómo se pasan", concluyen.

El primer alumno cursa los estudios adaptados a Bolonia. Él no estudia ninguna licenciatura ni ninguna diplomatura; él, como otros 3.170 alumnos más, cursa un título de grado, de cuatro años de duración, adaptado a Europa y de estreno total en la UIB. Él, como otros 3.170 alumnos, es el conejillo de indias del Espacio Europeo de Educación Superior. Pero no son sólo los estudiantes. Los profesores también son novatos y también están algo desorientados. Y desbordados, porque alguien tiene que preparar todo ese trabajo diario y esos parciales que agobian a los estudiantes. Y alguien tiene que corregirlos.

La carga de trabajo es lo más criticado de la adaptación a Europa. A los tres primeros meses de haber comenzado las clases, la mitad de los estudiantes de grado mostraron su descontento con la cantidad de tareas semanales que tienen que hacer en su casa. "Es un poco agobiante", dice Neus Barceló de 1º de Ingeniería de la Edificación. "Mucho estrés", apunta Agustín Macia, de 1º de Historia del Arte, mucho más contundente: "Tenemos un montón de trabajos que hacer cada semana y luego encima exámenes". "Es peor que en el colegio", coinciden los compañeros de Agustín, que no dudan en que hubieran preferido el plan antiguo. Eso sí, aprecian que al menos los trabajos que les piden son diferentes a los de antes. "Son más dinámicos y participamos más", apunta Marga López, de Historia del Arte.

Marga y Agustín dan estas opiniones minutos antes de entrar en una asignatura de nueva creación y muy apegada a la actualidad: Mass Media y Lenguajes Audiovisuales. Muchos de ellos van con sus portátiles y en la práctica de ese día les toca exponer un trabajo en la clase. Viendo un rato la naturalidad con la que se desenvuelven en el estrado y el nivel de las presentaciones que realizan con el ordenador, se ve que los alumnos han pillado el cambio de filosofía que supone Bolonia. De hecho, en la encuesta realizada durante el primer semestre, el 72% de los alumnos aseguraron que estaban satisfechos con la forma con que los profesores fomentan su participación en clase.

Francisca Lladó es la profesora de esta nueva asignatura. Nos recibe en su despacho y al preguntarle si tiene mucho lío, se limita a señalar su mesa llena de papeles. "Nunca habíamos impartido asignaturas así, hemos preparado el temario adaptado a Bolonia, hemos preparado las prácticas y hacemos la evaluación continua...", explica. Según señalan varios docentes otra de las novedades de la adaptación es que de repente se encuentran con un camino muy marcado al que no estaban acostumbrados. Tienen una guía docente que cumplir, así como un cronograma donde se especifica qué van a hacer en cada clase. Por un lado, el hecho de que esté todo controlado está bien visto, pero por otro, como señala Francisca, "se pierde la espontaneidad propia de una clase: si a raíz de una duda se plantea un debate, yo no lo freno aunque no esté en el cronograma".

"Es un cambio muy duro: hay que rendir muchas más cuentas, decir qué vas a hacer... lleva mucha energía". Quien así habla es la jefa de estudios de Fisioterapia, Iosune Salinas, que lidera uno de los departamentos más entusiastas en lo que se refiere a innovación pedagógica. "Nos lo creímos e intentamos sacarlo adelante", explica. En las carreras más "tradicionales" supone que ha habido menos cambios y que por eso "les cuesta menos".

A los profesores quizás les sirva de consuelo saber que los estudiantes aprecian ese esfuerzo que hacen por tenerlo todo controlado y tres cuartas partes de los alumnos valoran cómo los docentes siguen la guía marcada a principio de curso. Además, un 63% también se muestra satisfecho con la orientación académica y el servicio de tutorías que dan. Los cronogramas y horarios no tienen tan buena acogida: un 39% se mostró "nada o muy poco satisfecho". Y es que, se plantea Agustín Macia: "¿Cómo lo haces si llegas a las once de la mañana y muchas veces acabas a las nueve de la noche? Encima luego al llegar a casa tienes que ponerte a hacer trabajos o a estudiar, y si vives en un pueblo ya ni te cuento.... ¿cómo lo haces si tienes un trabajo o tienes un hijo?".

Haciendo malabares, como Marga Lopez, que da clases extraescolares en un colegio mientras estudia. Para poder sobrellevarlo sin perder la cabeza ni el empleo, Marga, al igual que otros 82 alumnos de la Universitat, se ha acogido a la figura de ´estudiante a tiempo parcial´. Así, se matrícula de menos asignaturas. Los alumnos de grado con total disponibilidad deben aprobar un mínimo de 12 créditos el primer curso y 36 entre 1º y 2º. Si eres estudiante-trabajador basta con que apruebes seis créditos el primer año y 24 entre los dos primeros.

No todos aguantan el ritmo. En Fisioterapia, Iosune asegura que la tasa de abandonos es similar a la de otros años y en vicerrectorado quieren esperar a final de curso a que lleguen las estadísticas oficiales, pero los estudiantes son rotundos: "Quedamos la mitad que a principio de curso: empezamos 60 y quedamos 30", dicen los compañeros de Agustín y Marga. ¿Por qué? "A muchos no les resulta atractivo el primer curso", dice una. "Es un tercero de Bachillerato encubierto, es todo muy general y damos poco de la carrera", secunda otra.

Los estudiantes de 1º tienen quejas y ya las tenían el año pasado, cuando acudieron a algunas de las manifestaciones organizadas por la Asamblea Anti-Bolonia, movimiento que llegó a movilizar a cerca de un millar de estudiantes pero que hoy parece que nunca hubiera existido. Silvia Sua, portavoz de la asamblea, lo reconoce: "Estamos bastante apagados". La última reunión fue en septiembre de 2009 y en ella se habló de poner en marcha una revista que seguramente no verá la luz hasta julio o septiembre. La última entrada en el blog uibversusbolonya.blogspot.com es del pasado mes de marzo y hace una referencia a un artículo de Pere Duran publicado en la revista L´Heura que explica qué ha pasado con los estudiantes anti-bolonia: "Siguen en las facultades, pero la rabia que anteriormente se vertebraba en activismo ahora lo hace en frustración. (...) la frustración de entender que tu voz, tu acción, tu protesta pasará por algún pequeño despacho para caer en el olvido. El movimiento antibolonia no ha conseguido ninguno de sus objetivos explícitos".

Otra de las directrices fijadas por Europa era la de reducir clases, hacer grupos más pequeños para poder llevar a cabo un metodología más dinámica, algo que se cumple las menos de las veces ya que las aulas de 50, 60 ó más alumnos son algo más que frecuente. Juan José Montañés, vicerrector asociado de Ordenación Académica y Convergencia Europea, reconoce que los grupos grandes (70-90 alumnos) siguen siendo los más habituales en primer curso, pero explica que también se debe a que la presencialidad exigida es mayor. A partir de 2º, se permite una menor asistencia a clase, con lo que será más fácil ir haciendo clases más pequeños. No hay que olvidar esta exigencia ha sido uno de los motivos por los que se han reducido plazas en Derecho, Trabajo Social y Estudios Ingleses por primera vez.

El vicerrector de Planificación y Coordinación Universitaria, Martí March, admite que de no aumentar los recursos de la Universitat –este año tienen un 4,4% menos de presupuesto y un 5% más de alumnos– no será posible hacer clases con menos alumnos. "En al aplicación de Bolonia, ha fallado la situación económica, no la organización", asegura March.

Muy ligada a las aulas no masificadas está la metodología dinámica antes comentada. March desmiente una de las creencias más extendidas: "Bolonia no significa que vayan a desaparecer las clases magistrales, también son necesarias". Y es verdad, ahí siguen. Hector García, de 1º de Enfermería lo confirma indignado: "Lo de las clases dinámicas es una mentira, en los seminarios es todo, todo teoría". Lo que sí se ha notado este año es la irrupción sin vuelta atrás de las nuevas tecnologías: "El 80% de los alumnos vienen a clase con su portátil y toman así los apuntes", apunta Mª Jesús Mairata, directora del Servicio de Estadística y Calidad Universitaria. Para comprobarlo basta darse un paseo, por ejemplo por el edificio Guillem Cifre donde no queda ni un enchufe libre ya que los pasillos están llenos de estudiantes ´conectados´. El porcentaje de pizarras digitales es "aún muy reducido" pero Mairata recuerda la normalidad de las asignaturas on-line y la ingente cantidad de horas de formación por la que han pasado los docentes para manejar con soltura las nuevas tecnologías.

A pesar de que los alumnos tienen sus quejas, en general no están descontentos. Seis de cada diez dicen estar "satisfechos" con los nuevos estudios, aunque no se olvidan de su condición de "conejillos de indias". "Algunos profesores se notan que están despistados, nos dicen: ´Bueno, esto el año que viene ya lo cambiaré y lo haré mejor´ ", dice Agustín Macia.

Ésa es un poco la actitud de la Universitat con el cambio. Desde rectorado no pierden de vista que hay que esperar muchos años para que el plan acabe de encajar. Salinas, y muchos otros, no tienen dudas sobre la adaptación: "No se verá inmediatamente, pero el cambio es a mejor".