Tras 37 días en huelga de hambre en el aeropuerto de Palma por negarse a pagar una pensión a su madre maltratadora, el mallorquín Antonio Braojos escribe hoy "desde la desesperación y convencimiento" de que sus días "están contados" y acusa a instituciones y partidos de ser "sordos y ciegos" ante su problema.

Según explica en una extensa carta, Braojos ha perdido 12 kilos desde el inicio de su huelga el 19 de diciembre y ve cerca su fin, por lo que ha decidido hacer una declaración vital de voluntades anticipadas en la que expresará su voluntad de no ser alimentado tras la pérdida de consciencia.

Braojos critica que su huelga "ha pasado desapercibida para la gran mayoría de ciudadanos, tal vez por no ser una mujer africana de reivindicaciones políticamente correctas, sino un simple y humilde ciudadano español", en referencia a la acción de la activista saharaui Aminatu Haidar.

El mallorquín basa su protesta en oponerse a acatar una sentencia de la Audiencia de Palma que obliga a él y su hermana a pagar 400 euros de pensión a su progenitora, de quien denuncia que le maltrataba de niño y hace 19 años que ni siquiera ve.

Además, Braojos recuerda que su madre ya percibía una pensión tan solo ocho euros menor que la dictada por el juez, a la que ha renunciado a cambio de la que debe recibir ahora de sus hijos en concepto de alimentación tras interponer una demanda contra ellos en 2008.

"Lo que mi madre biológica desea realmente no es nuestro dinero, no son esos miserables ocho euros al mes de diferencia, sino la sumisión mía y de mi hermana a su persona", indica Braojos, quien añade que su progenitora prefiere verle muerto "antes que libre de ella".

Este hombre de 44 años dice ver su vida "como la de un pajarillo en manos de un niño cruel y desaprensivo" y confiesa que ya nada espera de las instituciones ni de los partidos políticos, "sordos y ciegos" ante su "calvario", un problema que, dice, "trasciende el ámbito de lo social".

Sin embargo, agradece las muestras de apoyo de la sociedad mallorquina y española, pero reitera que no abandonará su huelga de hambre para conservar su "libertad" y su "dignidad".

De hecho, considera que morir, lejos de ser una "derrota" para él y una "victoria" para su madre, supondría la "victoria emocional" de "no haber claudicado ante la arbitrariedad judicial" y haberse "sometido" a su progenitora.