Viajar en el centenario tren de Sóller es la mejor manera de descubrir las maravillas interiores de Mallorca sin necesidad de un transporte particular y descubriendo la otra cara de la isla, la más escondida y, al mismo tiempo, la más intensa.

A las 10 de la mañana sale el primer tren de la estación de Palma, dirección Sóller. Un recorrido de casi 30 km en vagones de madera y bajo un agradable traqueteo que nos devuelve a 1912, fecha en la que el tren fue inaugurado. Hasta ese año, Sóller era una localidad prácticamente aislada del resto de la Isla; recorrer ambas ciudades era una larga travesía a través de las laderas del Coll. Hoy, en aproximadamente una hora, el tren une ambas localidades.

Después de dejar atrás la ciudad de Palma, el ferrocarril se sumerge en las profundidades del campo mallorquín, gran desconocido para quienes creen que la isla es únicamente sol y playa. Este tren de principio de siglo atraviesa valles y laderas de almendros, olivos, algarrobos, bosques de encinas y antiguas posesiones mallorquinas hasta llegar a Bunyola, pueblecito a los pies de la Sierra de Alfabia. A partir de aquí, se adentra en la Serra de Tramuntana, declarada Patrimonio de la Humanidad en 2011, y recorre las montañas atravesando trece túneles y el famoso viaducto de Els cinc Ponts. Muchas de estas maravillas paisajísticas únicamente se pueden apreciar a través de las ventanas del Tren de Sóller. Disfrutar de este paisaje bajo el traqueteo del tren es olvidar por un instante la velocidad a la que se vive actualmente. Ya el escritor y pintor Santiago Rusiñol (1861 - 1931) bautizó en 1922 a Mallorca como la Isla de la Calma, y es que a bordo de este tren el tiempo se paraliza.

Después de atravesar el último túnel, el aroma a naranjo anuncia la llegada al valle de Sóller, nombre que también recibe la localidad que presume tener las mejores naranjas de toda la Isla. El tren finaliza su recorrido en la fortaleza Can Mayol, convertida en estación en 1606. La Estación del Ferrocarril de Sóller acoge de forma permanente los grabados de Joan Miró y las cerámicas de Pablo Picasso, entre otras obras. Esta exposición se puede visitar de forma gratuita. Resaltar que en este recorrido el arte forma parte de principio a fin, ya que ambas estaciones, tanto Palma como Sóller, acogen obras de J. Miró y P. Picasso.

Una vez en Sóller es de visita obligada el emblemático edificio modernista del Banc de Sóller, el museo modernista Can Prunera y la Iglesia de San Bartomeu, una de las joyas de la ciudad. Desde Can Mayol sigue el viaje al pasado en un tranvía que data de 1913 y en media hora acerca al viajero al Puerto de Sóller. Después de atravesar campos de naranjos y limoneros, el tranvía llega al Paseo Marítimo donde el pintoresco puerto natural de pescadores da la bienvenida a los pasajeros. Además, desde el Mirador de Santa Catalina puede disfrutar de unas de las puestas de sol más románticas.

Igual que las sirenas encandilaban a Ulises, el mar Mediterráneo y los acantilados de la Serra de Tramuntana que rodean el Puerto de Sóller atraen la atención del viajero. Es por eso que la empresa Barcos Azules ofrece como prolongación del tren y el tranvía, visitar una de las zonas costeras más espectaculares del norte de Mallorca. Desde hace más 50 años las embarcaciones de Barcos Azules recorren lugares idílicos como Sa Calobra, Torrent de Pareis, Cala Tuent, Sant Elm, la Foradada o Formentor. Joan Mayol Capapuig fue el pionero de esta actividad que ya en 1976 se convirtió en la Barcos Azules. Actualmente cuenta con una flota de diez embarcaciones capaces de movilizar hasta 1.500 pasajeros al mismo tiempo. Une empresa pionera en este sector ya que, no en vano, una de sus embarcaciones, el Calobra, fue una la primera barca construida para el transporte de turistas.

Con esta trayectoria no es de extrañar que una de las excursiones más emblemáticas y populares de la Isla sea la conocida como Vuelta isla, un viaje mágico desde Palma, atravesando la Serra de Tarmuntana, pasando por Sóller hasta Sa Calobra. Una tándem perfecto de tierra y mar donde el tiempo se paraliza y solo hay lugar para el relax ¡Buen viaje!