­Comedido, pero lejos del estereotipo de "chico callado" al que se le asocia, el campeón olímpico Marcus Cooper Walz compartió ayer su experiencia, secretos de su vida, preparación y sensaciones que vivió y le ha dejado su histórico triunfo del 16 de agosto en la final de K1 1.000 metros de piragüismo en los Juegos de Río de Janeiro. Una apoteósis que le ha convertido en todo un referente del deporte mallorquín.

Una excepcional situación, muy diferente a lo que vivió en el 2015 cuando "toqué fondo", al ver cómo poco a poco se le escapaban las oportunidades de clasificarse para los Juegos de Río: "Estaba mal y decidí que tenía que cambiar de chip, que ya no me podía ir peor y que todo lo que hiciese me debía servir para mejorar. Y así fue".

Marcus explicó a su joven audiencia que se inició a los 12 años al piragüismo con un "kayuko" en Porto Petro porque le "aburría" jugar al fútbol y al baloncesto: "No me gustaba". "Un amigo hacía remo y le acompañé un día al club. Hacía frío. Era octubre o noviembre, pero en pocas semanas me enganchó. Especialmente por la competición", rememoró.

Pese a que con 21 años ya es campeón olímpico, su trayectoria para nada es la de un deportista precoz. "Al principio me caía mucho de la piragua, parecía más un nadador", recordó, explicando que su primera competición oficial la disputó en Eivissa y que hasta los 14 años no ganó, coindidiendo con un Campeonato de Mallorca.

A la hora de definirse, Marcus Cooper destaca que "soy tranquilo" y que "voy a mi bola". "Eso me ayuda para llevarlo todo bien", interpreta sobre su carácter. Y recuerda que esa actitud "resultó clave" para afrontar bien la final de Río. "El seleccionador me insistía en que estaba para medalla. Estaba muy nervioso, en tensión, mientras yo me intentaba abstraer, mentalizar que era una prueba más, pero que lo debía hacer súper bien, que ese es mi trabajo".

Y desveló, con ironía, que antes de la final llevó a la pista el chándal oficial de España para subir al podio por obligación e imposición, más que por convicción: "Se lo dije incluso al técnico, lo llevo por si hoy los cerdos vuelan".

"Es un milagro"

Su entrenador mallorquín y técnico del club de piragüismo de Porto Petro, Jaume Mestre, recordó a Marcus Cooper en sus inicios como un "un buen chico" y "calladito", aunque desveló que "rápidamente se le vio competitivo y muy ganador". Y no dudó a la hora de calificar de "milagro" el que un campeón olímpico como su discípulo se haya forjado como un palista de primer nivel mundial iniciándose sobre unas pistas de un máximo 300 metros como las de Porto Petro: "Es algo que creo que no volverá a suceder".