Kiefer no se va de Mallorca. La cesión temporal, durante cuatro años renovables, de cuatro grandes obras procedentes de la colección Grothe que pudieron verse en la pasada exposición conmemorativa del quinto aniversario del Museu d´Art Modern i Contemporani de Palma, Es Baluard, le reafirman en la isla. Las obras de este depósito están valoradas en tres millones de euros. Otros museos españoles que cuentan con obra en propiedad del pintor alemán son el Reina Sofía en Madrid y el Guggenheim de Bilbao.

La cesión no se salda con moneda de cambio alguno –"Es Baluard no compensa nunca económicamente la cesión de obras que puedan hacer los coleccionistas"–, subrayó ayer Cristina Ros, directora del museo.

Las obras cedidas por Hans Grothe, uno de los coleccionistas de kiefers más prolijos y amigo personal del artista, le presentan en distintas etapas. Si en Shebirat Ha Kelim, un lienzo de 1990 donde Kiefer funde el plomo, vidrio, ceniza y cabello de mujer sobre tablero de madera, se revela uno de los puntales argumentales de su producción artística: la Cabala y el pensamiento y la cultura judías, en Am Anfang, de 2008, un impresionante óleo con emulsión, plomo y papel fotográfico sobre tela, el pintor alemán recrea el proceso creativo a través de la referencia a su taller.

Las otras dos piezas, A Frauen der Anthike (2006), una escultura de vestido femenino cuya cabeza son libros de plomo, como metáfora del peso de la historia, y Schwarze Flocken (2006) es otra vuelta de tuerca de Kiefer al olvido del Holocausto judío causado por los nazis.

En exposición

La pasada Nit de l´Art, Es Baluard inauguró Paisatges creuats. Mirades a la col·lecció d´Es Baluard, en la que se exponen dos de las cuatro obras depositadas por Grothe: Frauen der Anthike y Am Anfang. Se trata de una colectiva que ofrece al visitante una nueva mirada del fondo museístico, además de permitir contemplar las adquisiciones más recientes del museo.

Ansel Kiefer –Donaueschingen, 1945– es uno de los pintores contemporáneos más personales y con un indiscutible oficio. Sus grandes lienzos dejan mudos a quienes los contemplan, pero él no busca el efectismo sino que procura una suerte de catarsis contemplativa. En su obra son evidentes las heridas dejadas por la historia de su país, así como la impronta de sus lecturas filosóficas y poéticas –Paul Celan es uno de sus preferidos–.

Perplejo, el alumno de Beuys despliega en sus monumentales telas materiales como el plomo, el vidrio o materia orgánica como el cabello humano y el heno. Una suerte de tout de force con la pintura a través de la gestualidad medida del alemán le revelan como uno de los grandes pintores del siglo XXI. Kiefer, además, traza mapas, coordenadas, donde sitúa los espacios de la guerra, del horror o de la nada.

En 1980, su exposición en el Pabellón de Alemania en la Bienal de Venecia avivó la polémica que ya existía en torno a su obra en la que, en ocasiones, no dudó en servirse de los símbolos nazis para mofarse de ellos. Ha expuesto en los grandes museos de todo el mundo. El año pasado, en la Feria del Libro de Fráncfort, la Asociación de Libreros de Alemania le concedió el premio de la Paz.

La primera exposición individual en Palma fue visitada por más de 43.000 personas en sus seis meses de exposición, desde el 30 de enero al 30 de agosto.