Dejaron huella en el patrimonio, y también en nuestro ADN. Uno de cada cinco hombres mallorquines cuenta con rasgos genéticos de ascendencia judía sefardita, según se desprende de un estudio publicado por la revista científica American Journal of Human Genetics en el que participan las investigadoras mallorquinas Misericòrdia Ramon y Antònia Picornell, miembros del Laboratori de Genètica de la UIB.

La investigación, titulada El legado genético de la diversidad y la intolerancia religiosa: linajes paternos de cristianos, judíos y musulmanes en la Península Ibérica, y que se propone indagar en los efectos genéticos de migraciones e invasiones, se ha basado en el análisis del cromosoma Y, exclusivo de los varones y más estable que el resto al no recombinarse en la reproducción, de 1140 hombres de la península y el archipiélago, así como en su comparación con el de judíos sefarditas y norteafricanos, claramente diferenciados de los de las poblaciones receptoras sitas en la piel de toro.

Los resultados arrojan datos como que un 21,5 por ciento de la muestra mallorquina cuenta con ascendencia sefardí, una cifra sólo superada en España por el oeste de Andalucía, Extremadura, Eivissa, Aragón y Asturias, y ligeramente superior a los 19,8 por ciento de media estatal, que los autores de la investigación atribuyen a "un alto nivel de conversión religiosa, voluntaria o forzosa, acaecida por los episodios históricos de intolerancia social y religiosa, y que condujo a la integración de los descendientes".

Fue una conversión "más ficticia que real", según la Red de Juderías española, que la define en su web como una vía de salida a una peliaguda situación fruto del asalto al Call palmesano en 1391, cuando las fracturas internas y la hostilidad acechaban a la comunidad judía. La Santa Inquisición levantó en 1778 actas tras sorprender a algunos xuetes judaizando en Palma. El informe publicado ahora vienen a darles carta de validez.

La influencia norteafricana en el DNI biológico de los mallorquines, en cambio, es sensiblemente inferior a la media del país. Sólo un 6,6 por ciento de los isleños (en torno a uno de cada 15) lleva el continente negro en sus genes, mientras que la media española es cuatro puntos superior. La explicación no cabe buscarla, para el equipo liderado por Mark Jobling, en la "colonización inicial y posterior retirada", sino en los movimientos migratorios posteriores.

El rasgo fenicio es otro de los que ha sido objeto de análisis por el tándem de investigadoras mallorquinas, en esta ocasión junto a otros 18 científicos y para determinar su impronta genética en el Mediterráneo, después de que en investigaciones anteriores se identificara en ciertas regiones del cromosoma Y un gradiente de influencia que acapara desde las zonas del levante mediterráneo en las que se originaron las grandes civilizaciones griega, judía y fenicia hasta las tierras más occidentales, según anunció la UIB en un comunicado. Los resultados del nuevo trabajo señalan que un seis por ciento de la población masculina de los principales asentamientos de los mercaderes por antonomasia del Mare Nostrum varios milenios atrás cuenta con ella, con la salvedad de la isla de Eivissa.

"Los hombres eivissencs no reflejan el componente fenicio", reconoció Picornell, quien lo justifica en la "gran deriva que ha existido en esa población", con especial afectación en el sector masculino. "Los varones, en Eivissa, se han movido mucho más que las mujeres", abundó la investigadora sobre el que es, al fin y al cabo, un legado silencioso, sin manifestaciones en el aspecto físico, pero que contribuye al dibujo de otra historia, la que, en vez de en libros empolvados de hojas amarillentas y con aspiraciones de verdad erga omnes, se escribe en cada ser humano, a base de las tintas que conforman la adenina, la timina, la guanina y la citocina.