Nada importó que la lluvia cayera con fuerza sobre la ciudad, ni que Berlín, una ciudad que puede presumir de ser una de las capitales culturales europeas, imponga más que respeto. Los ochenta cantaires de la Capella Mallorquina, liderados por su director José María Moreno, conquistaron ayer al exigente público berlinés, un triunfo que contó con un aliado de lujo, el tenor francés Roberto Alagna.

La gala Viva l´Opera, enmarcada en el Classic Open Air e impulsada por los responsables del Festival Música Mallorca que se celebrará en Palma el próximo otoño, atrajo a cerca de cuatro mil espectadores a la Gendarmenmarkt, una monumental plaza en la que se encuentra el Konzerthaus, sede de la Sinfónica de Berlín, en cuya fachada se instaló el escenario.

La Capella Mallorquina arrancó con fuerza, con el Vals de Faust de Gounod, bajo la dirección de Oliver Tardy. Con el primero de los duetos, interpretado por la soprano alemana Barbara Krieger y el extrovertido Roberto Alagna, el espectáculo dio las primeras muestras de que iba a ganarse el corazón de los espectadores, quienes tuvieron que desembolsar entre 67 y 107 euros para deleitarse con un programa popular.

El repertorio, diseñado por Toyo Masanori Tanaka, se nutría de de las piezas más populares del repertorio operístico. La voz apasionada, brava y carnosa de Alagna, un tenor que es como Don Giovanni con las mujeres, le gusta todo, demostró su belleza y luminosidad, tanto con Verdi, al que considera el más grande de la liga de la ópera, como con Bizet, Delibes o Puccini.

La Capella, un coro amateur que se enfrentaba a gigantes, estuvo a la altura de las circunstancias. Emocionó con Les voici!, Voici la quadrille! de Carmen, trasladando al público a la plaza sevillana de la Maestranza, y se midió con las voces de Krieger y Alagna en el Brindis de La Traviata de Verdi, el tercero de los tres bises de una noche que la agrupación coral mallorquina nunca olvidará.

Su éxito en Berlín puede tener continuidad en tierras germanas, ya que el próximo domingo volverá a subirse a un escenario, el del Palacio de Congresos de Hamburgo, de nuevo con Roberto Alagna, el mejor escudero que podían encontrar en su asalto a Alemania.