Visto desde el aire la letalidad del terremoto es incontestable. El efecto visual de montañas de arenisca naranja y roja, antes viviendas, paraliza a quienes aguardan en vilo. Ya hay cerca de 2.500 muertos y casi el mismo número de heridos. Son horas críticas, sin un acceso seguro por carretera, ni maquinaria pesada, solo los helicópteros pueden lanzar ayuda, trasladar a heridos y muertos lejos del epicentro. Mientras una enorme nube de polvo envuelve a los supervivientes. Aquí queda la determinación de los rescatistas. No ceden ni un milímetro. Taladran, se ayudan con mazas, pero el trabajo es casi todo a mano, remueven escombros. Cuando encuentran un cuerpo lo envuelven en una manta, lo sacan en camilla, seguidos por el dolor de las familias. Hace más de 30 horas que aquí nadie regresa con vida.