­­-¿Qué hace un químico como usted en un mundo de oftalmólogos?

-Ingresé en ese mundo por casualidad. Estudié Química y me doctoré en Santiago de Compostela. En Química Orgánica. Al terminar me invitaron desde la Universidad de Yale para estar allí un año. Empecé a investigar en polímeros y estuve tres años. Pasé a Canadá, a trabajar en la industria, y en un congreso de Química me hablaron de que había una plaza en el Hospital de los Ojos y los Oídos de Boston. Para mí era algo completamente nuevo; pero, bueno, mi mujer era de allí y acepté. Al principio creí que había cometido un error al trabajar con oftalmólogos...

-¿Tienen tan mala fama?

-No, no, es que no era mi campo. Sabía que teníamos dos ojos y poco más. Estudié materiales para cirugía, en lentes de contacto y cosas así. Acabé trabajando sobre desprendimiento de retina, glaucoma, córneas artificiales y lentes de contacto. Una cosa llama a la otra. Investigaba con polímeros, pero mis compañeros de trabajo en su mayoría eran oftalmólogos que se estaban formando y querían, asimismo, hacer investigación. Realizaban cirugía con animales. Hicimos trabajos en todas las partes del ojo. Investigábamos con lentes de contacto, con los materiales correspondientes y también sobre la reacción del ojo a las lentes de contacto o a las lentes intraoculares. Estudiamos también la lágrima en relación con su efecto en el ojo. Me dediqué bastante a la evaporación de la lágrima en los pacientes normales o con problemas en la córnea en función de la evaporación. Se trataba de ver las diferentes formas de evaporación.

-En esos 40 años, ¿cuántas revoluciones científicas ha vivido?

-Muchas, claro. Lo mejor es cuando en un equipo hay diferentes personas con distintas formaciones: ingenieros, biólogos, químicos y médicos, por ejemplo. Los médicos no están preparados, normalmente, para hacer mucha investigación. Por lo general, quieren ver pacientes y hacer cirugía. El científico, sea biólogo, químico o lo que sea, debe aprender lo que sabe el médico. Es más fácil para un científico aprender lo que quiere un médico que para un médico lo que quiere el científico. Así funcionan las cosas. Hay médicos que pueden ser muy buenos investigadores, pero un científico si trabaja en investigación debe avanzar todo el tiempo a fin de lograr dinero para sus investigaciones. El oftalmólogo también, pero si no puede lograr esa financiación, esa grant, que se dice allí, cancela sus investigaciones. Durante todos mis años de investigación tenía que lograr el dinero para lo que hacía yo, también para la gente que trabajaba conmigo y, además, un porcentaje para el instituto.

-¿Cuál es el futuro?

-En lentes intraoculares se estudia vaciar el cristalino e inyectarlo con un polímero viscoso. Hay lentes para cerca y lejos; pero si no te gustan hay que volver a intervenir en el ojo con cirugía. Ahora se trabaja en vaciar el cristalino, dejar el resto e inyectar algo que pueda moverse para ver de cerca y de lejos.

-¿Cómo está afectando la crisis económica a la ciencia?

-Es el problema. En EE UU, una plaza de investigador no es para toda la vida, como ocurre aquí con un catedrático, si no logras financiación permanentemente estás perdido. Cada cuatro o cinco años debes competir. Y si no logras dinero, no sobrevives, aunque no tengas que marcharte automáticamente. Si eres bueno y publicas el instituto te ayuda, pero debes conseguir dinero.

-La crisis...

-Hubo una época en que era difícil lograr dinero en general, pero no tanto en oftalmología. Gente de otros sectores se metió por el medio. Acabó habiendo demasiada gente peleando por el mismo dinero. La mayor parte de las subvenciones llegan del Gobierno. Además, en EE UU no te obligan a jubilarte, aunque yo al llegar a los 70 años dije que ya estaba bien y que quería venir más veces a España. Si logras dinero puedes seguir hasta los 90 años. Ahora, cada vez hay más científicos pidiendo ayudas y cada vez hay menos dinero.