–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Un espectador tiene derecho a enamorarse de usted?"

–Pretendo enamorarlo, siempre que no salte al escenario y te avasalle. Cuando era joven, tenía más admiradores apasionados. Con la edad, todo se matiza.

–´Fuga´ es una obra de ficción, porque a ningún ministro se le ocurriría suicidarse.

–No sabemos de ninguno, y mira que ha habido trajes y chalés. Jordi Galcerán escribió la obra hace años, una diversión con mucho humor y mala leche. Un ministro intenta pegarse un tiro y entonces entro yo por la puerta. Mi hermano y productor no quiere que cuente más, pero se enamora de mí.

–Los ministros tampoco se enamoran.

–Con que los políticos no roben, ya tenemos bastante.

–¿Preferiría a veces ser la escritora en vez de la actriz?

–Nunca, me parece dificilísimo. Es fácil tener la idea de una obra, pero otra cosa es el planteamiento, desarrollo y desenlace. Sin embargo, me gusta tener a los autores cerca y hacer sugerencias. Galcerán las aprovecha.

–¿Los cuarenta son la edad fatídica para una actriz o solo para una mujer?

–Para una mujer. Para las actrices es complicado en cine y televisión, no en teatro. Estás en un limbo de edad, donde no puedes hacer ni de jovencita ni de madre. Por suerte, hoy las mujeres se conservan muy bien. Tengo 47, y me creen en papeles de 38.

–También puede ser la cuarentona depredadora de hombres jóvenes o ´cougar´.

–En mi profesión, eso se ha visto siempre. Es un mundo liberal, donde nadie se escandaliza y se da por supuesto. Además, nadie se extraña cuando lo hace un tío.

–En ´Pequeños crímenes conyugales´, abordaba con ambigüedad la violencia contra la mujer.

–Mi personaje sufría la manipulación y la violencia psicológica de un ser encantador pero bastante sinvergüenza, que te lleva donde quieres. Ella decide matarlo.

–¿Ha vivido esa sumisión en la vida real?

–No, porque tengo bastante carácter. También ayudó que fui madre muy joven, me separé después de unos meses del padre de mi hijo y viví sola. Pero es una situación que he visto mucho, con hombres que te llevan a la ruina. No son buena gente. Te enamoran, son brillantísimos, pero les puede la maldad.

–Vivió a fondo la ´movida´.

–Era independiente y teníamos incluso un bar. En los ochenta, todos salían todos los días, sin distinguir los fines de semana. Y sin dejar de trabajar, Madrid era muy divertido.

–¿Cómo ha evolucionado Madrid?

–Hoy está más aburrido, lo que no quita que sea más sensato. La gente madruga, está sin dinero y tiene miedo.

–Si saliera en la televisión basura, vendería mejor sus espectáculos.

–Tampoco te creas. Es una fauna con la que no tengo nada que ver. Ahora se mezcla todo, y yo no hablo de mi vida. Pido respeto y que ellos hagan lo que quieren.

–¿Cómo se mantiene al margen?

–Tengo un sistema, que consiste en no abrir la boca. Ni contesto ni envío comunicados, y a los quince días no hay más que hablar.

–Fue objetivo de los ´paparazzi´.

–Mucho tiempo, cuando estaba haciendo Periodistas. También influye la juventud, hoy ya no me preguntan ni por asuntos que afectan a mi familia.

–Dijo que Bridget Jones "es demasiado tonta".

–Las comedias siempre suelen ser peores en la vida real. Una tía así no enamora tanto. No deja de ser una secretaria tonta, que en la realidad no se liga a Hugh Grant.

–Fue casi una doctora House en ´MIR´.

–Un poquito. Intentaba ser profesional con sentimientos pero, en cuanto eres inteligente, se supone que no puedes ser buena persona. El estereotipo ordena que la mujer ha de ser cabrona para triunfar.

–No se torea igual en Las Ventas que en Palma.

–Esa es la peor trampa para el actor, como el hecho de que sean más indisciplinados en el teatro que en el cine. Hay que salir a darlo todo, estés donde estés.

–¿Usted lo cumple?

–Llego dos horas antes al teatro, sea una capital o la aldea más pequeña de España. Me pinto las uñas, me maquillo, me pongo la peluca, es un tiempo que ya le ofrezco al espectador.

–En el fondo, toda actriz aspira a ponerse trágica.

–Por supuesto, pero a mí me gusta más la comedia, tanto en la vida como en el escenario. Las tragedias llegan a pesar de una, no hace falta montárselas.