´Il Cavalieri´, el primer ministro italiano, siempre es noticia. No sólo por su política y su vida privada, que en ocasiones se entremezclan, también por su aspecto físico. La última comidilla, tanto en la prensa del corazón como en la de información general, es su cabeza. Concretamente, su cabello. Y sus misteriosas apariciones y desapariciones. La Repubblica publicó fotografías suyas en las que combina una calva frontal evidente con un aspecto más poblado: el 23 de enero tenía pelo, el 25 no y el 27 lo había recuperado. ¿Cómo es posible?

Silvio Berlusconi, de 73 años, es uno de los políticos que más cuida su imagen. Y eso incluye cirugía estética (liftings), bótox, tintes e injertos capilares. Se ha sometido al menos a uno en el año 2004. Él mismo se descubrió cuando, durante unas vacaciones, recibió en Cerdeña a Tony y Cherie Blair, con la cabeza cubierta por un pañuelo. El médico lo confirmó. Hasta ahí normal. Pero la revista de cotilleo Novella 2000 y La Repubblica han difundido ahora unas imágenes en las el cabello de Berlusconi parece aparecer y desaparecer de un día para otro.

¿Efectos de la posición de la cámara? ¿Photoshop? No parece suficiente explicación. Una de las versiones que circulan—la apuntaba Il Corriere della Sera— es que el mandatario complete los efectos del microinjerto con el cover-up, que pasa por la aplicación de un compuesto de polvo de queratina y crea la imagen de un pelo más espeso. No es duradero. Otra teoría que manejan los expertos consultados por la prensa italiana es que utilice maquillaje para cubrir los huecos de la calvicie o para completar el efecto —limitado—del microinjerto. Su afición a maquillarse el rostro en sus apariciones públicas también es de dominio público. Un pañuelo de papel le delató.

José Bono, también

Silvio Berlusconi no es el único político que se ha apuntado al injerto capilar. En España, el presidente del Congreso, José Bono, cubrió su incipiente calva en 2008 con un microinjerto. Se trata de una intervención ambulatoria con anestesia local que no presenta mayor complejidad. El cabello sano del propio paciente procedente de zonas más pobladas, como las sienes o la nuca, se transplanta progresivamente a las zonas despobladas como entradas o coronillas. Puede costar entre 6.000 y 8.000 euros. Ambos casos, el de Silvio Berlusconi en Italia y el posterior de José Bono en España, provocaron un efecto llamada e hicieron que se multiplicaran las solicitudes de injerto.