Me he personado en Emaya, con un listado de domicilios de las 32 mujeres que mejor me han maltratado, y la solicitud de que se les corte el agua de inmediato. Una gentil funcionaria me informa de que el presidente de la compañía, y concejal de mi partido, se encarga personal y ágilmente de estos menesteres. Tras las explicaciones, me remite a la ventanilla de Coacciones. Ha sido creada ex profeso por el nuevo gestor, para resolver los casos en que una persona odia a otra de tal forma que desea verla sedienta y sudorosa. ¿Quién no se ha visto alguna vez asaltado por esa sensación? Al dejar reseca a la inquilina de su ex esposa, no abusa de su cargo, como afirma un juez al que cualquier día tendremos que cortarle el suministro. Antonio Nadal es un pionero, un innovador en la gestión de recursos limitados. Si no hay agua para todos, cómo diablos vamos a consentir que mane abundante de los grifos de nuestros rivales. Lo más intolerable de los divorcios, son esos antiguos cónyuges que se llevan "divinamente". Al enemigo, ni agua, como dice la Biblia, con lo que estamos además ante un gran católico. Con ediles así, no se hubiera perdido la guerra de Irak.

Se equivoca Catalina Cirer, al señalar que lo ocurrido pertenece al "ámbito personal". Y no por negarse a precisar en qué momento se abandona ese "ámbito personal", en la escala que va de las coacciones al apuñalamiento -¿hasta la paliza con sangre todo es personal, tal vez?-. La mejor alcaldesa que ha tenido Palma en toda su historia debe reconocer que la medida de cortar el agua, a los seres que consideremos indeseables, pertenece al "ámbito cívico". Su amigo y correligionario mío ha creado la teoría del suministro selectivo, que debe ampliarse para dejar sin agua a los votantes de otros partidos. Si de todas formas no les gusta este ayuntamiento, que los rojos se bañen con vino tinto. Y un último recado a la ventanilla de Coacciones de Emaya. Espero que mis ex se queden secas hoy mismo, con la misma celeridad lograda por Nadal en su "ámbito personal".