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Distintos collares de perro

Chaykin ataca de nuevo, en esta ocasión con una farsa política muy desmelenada donde vuelca sus obsesiones habituales: lencería, violencia, conspiraciones y travestis

Howard Chaykin. WIKIPEDIA

Cómic

Escribió la obra pensando que Hillary Clinton iba a ganar. Por eso describe un futuro en el que hay una mujer al mando de unos Estados Unidos al borde del colapso. Siempre ha sido un agitador, lo suyo es la provocación, el forzar los límites. En épocas en que no era tan sencillo saltarse ciertas convenciones (y contenciones), demostró que podía hacerse. Primero dentro del sistema, en series como "Dominic Fortune" donde iba deslizando pequeños atrevimientos sexuales. O en "Red Sonja", definiendo el origen de la amazona a partir de su violación. Luego se volvió más explícito, según las normas se iban relajando. "American Flagg" primero y, "Black Kiss" después, demostraron que el escándalo podía resultar rentable. Pero el aplauso de la crítica no le aseguró lectores. Nunca fue un autor popular. Su narrativa adolece de falta de claridad y tiende a liarse con los textos. Sus personajes hablan mucho y todos a la vez.

Preguntado sobre su voluntad constante de ser el Pepito Grillo que denuncia los excesos del poder, su respuesta era muy sencilla: "alguien tenía que hacerlo". Y le tocó a Howard. Así que cada vez que nos enfrentamos a un nuevo trabajo suyo, sabemos más o menos qué nos espera. El mejor Chaykin es un calentorro al que le gusta dibujar a Catwoman e imaginar a Batman enfundado en un traje sadomaso. Su visión nunca es inocente ni idílica, más bien al contrario. Siempre pendiente de nuestras más bajas pasiones, en lo político y en lo sexual. Con él lo que puede ir mal siempre va a peor.

Aquí se cumple la norma. Todas las normas. El protagonista es un chicano agente secreto que se equivocó provocando el asesinato del presidente. Con ese muerto encima, el comic se construye como un relato disparatado de redención. Para vengarse de los terroristas que descabezaron los USA monta un equipo que consigue que los "Doce del Patíbulo" parezcan hermanitas de la caridad. Junta a cuatro psicópatas que de alguna enrevesada manera son su único medio para acceder a los conspiradores. Aquí es donde entra en juego lo peor y lo mejor del guión. Lo peor es el desarrollo dramático de los hechos. Se trata de una conspiración entre líderes de ideas enfrentadas, pero que se ponen de acuerdo para cargarse la América que odian. Esto lo cuenta de forma muy embarullada. Lo mejor o lo más interesante, es la visión de Chaykin de la política actual, a partir de un lugar común: "Los neoyorkinos tienen razón, los paletos se equivocan". Plantea que la Guerra Civil nunca terminó y habla de la balcanización de los U.S.A., de la lucha de etnias contra etnias, géneros contra géneros. Piensa que hay lugares que se fundan sobre el principio de tolerancia, mientras otros se basan en el narcisismo y la exclusión. Ya saben, Tractoria contra Tabarnia. Como mucho, concede que también en San Francisco son muy enrollados. El resto, unos fascistas.

Como Howie no puede estar mucho tiempo sin secuencias picantes con tipos desvestidos de cuero, se busca excusas para incluirlas. Lo más divertido de la confusa trama es asistir a la evolución del héroe chaykiano. Aquí se quita todas sus prevenciones anteriores y se lanza a un apasionado romance con el travesti asesino al que recluta. Obviamente, si quieren personajes LGTB con un mínimo de personalidad deben echarle un vistazo a la excelente primera temporada de "Pose". Lo que aparece en las viñetas de Chaykin es casi una parodia, la tentación en la que el héroe cae con sorprendente rapidez.

"Histeria" es un Chaykin más. Lo divertido en este caso es que el autor de repente parece haberse dado cuenta de que ya no está en los noventa. Diseñó una portada para promocionar el cómic y se le echó encima toda la progresía americana. Así que en las primeras páginas aparece una nota donde señala que un artista debe ser atrevido y se pregunta cómo alguien puede acusarlo de ser de extrema derecha. El tema le escuece porque en el texto final insiste en él. El editor español ha tenido el detalle de incluir la pieza de la discordia así que, como sugiere el propio Chaykin, podemos juzgar por nosotros mismos. La portada muestra el linchamiento de un afroamericano. Él lo propone como un aviso para un posible futuro de odio que podemos evitar. Su editor americano tuvo que excusarse en su nombre. Para criticar a quienes le atacan él insiste en sus valores, recordando los relatos que los viejos brigadistas contaban de la Guerra Civil Española. Se considera heredero de aquel clima moral, de aquella lucha contra el fascismo. Ahora, por continuar esa contienda le llaman fascista a él. Lo que olvida es que el fenómeno no es nuevo. Recientemente se conmemoraba la invasión alemana de Polonia y el gobierno alemán pedía disculpas. Pero no vimos a Putin hacer lo mismo. No extraña mucho pues hasta hace dos días estaban negando la matanza de Katyn y similares. Chaykin también olvida el testimonio de algunos compatriotas como John Dos Passos. Cuando Jose Robles fue depurado por el KGB en plena Guerra Civil, él al menos intento ayudarle, mientras que Hemingway le aconsejó que mirara hacia otro lado. El silenciamiento de toda disidencia no es una novedad. Bienvenido al mundo real, Howie.

HOWARD CHAYKIN: Los estados divididos de Histeria

Dolmen, Palma, 2019.

160 páginas, 28,90 €

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