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Un teólogo contra Hitler

La vida de Dietrich Bonhoeffer, un cristiano combativo que formó parte de la resistencia clandestina al nazismo

Dietrich Bonhoeffer.

El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) es considerado por su más reciente biógrafo, Charles Marsh, como "uno de los más originales pensadores religiosos de la era moderna". Ahora bien, Extraña gloria. Vida de Dietrich Bonhoeffer (Trotta, 2018, 563 págs.) es un libro que constituye, ante todo, el emocionante retrato de un carácter volcánico: el de un apasionado, firme y combativo cristiano del turbulento siglo XX en lucha contra el Mal absoluto encarnado por el nazismo. Dicho esto sin mengua alguna de la altura ética, intelectual y doctrinal del pastor Bonhoeffer, que estas páginas ponen de relieve espléndidamente.

Educado en el ambiente del protestantismo liberal de la Universidad berlinesa de su tiempo, Bonhoeffer era perfectamente consciente de que el luteranismo teutón resultaba provinciano, nacionalista y pequeño burgués. También el joven y precoz teólogo reflejaba de algún modo esa idiosincrasia, pero se trataba de un hombre de una extraordinaria ambición espiritual, de manera que se quedó con lo mejor de sus maestros: por una parte, la idea del deber transformado en gozo "ante la majestad de Dios" (lo que suponía, observa Marsh, una refrescante alternativa al moralismo draconiano de la mayoría de los protestantes liberales); y por otra, la concepción de la naturaleza humana como indisociable de una profunda añoranza: "la presencia de lo eterno en lo temporal". A partir del acceso de Hitler al poder, la vida de Bonhoeffer se vio programada en rumbo de colisión contra aquel a quien consideraba el Anticristo. En las Facultades de Teología y en los medios eclesiásticos, quienes se autodenominaban los "Cristianos Alemanes" juraban lealtad a la patria hipostasiada en el Führer, afirmaban que Dios había escogido un nuevo Israel, el Volk alemán, que el cristianismo conllevaba el repudio de los judíos e incluso que el propio Jesús no había sido judío. Aspiraban, en suma, a una unidad eclesial basada en la homogeneidad étnica. La excomunión de 350.000 judíos convertidos condujo, según advirtió Bonhoeffer, a perder al propio Cristo, sin el cual la Iglesia dejaba de serlo. Poco podía importar esto al nazismo, cuyos jerarcas, a la altura de 1939, estaban convencidos de que el cristianismo no difería del judaísmo en cuanto a su influjo debilitador para el Volk: la religión de Jesús era vista ya como una fe de y para razas oscuras, incompatible con el alma aria.

Bonhoeffer entró a formar parte de la Resistencia clandestina, con el objetivo, compartido por un sector de los altos mandos militares y de la Abwehr (inteligencia militar) del almirante Canaris, de matar a Hitler. Su papel fue, ciertamente, de escasa importancia, pero le costó la prisión, la tortura y una muerte sumamente cruel. Por supuesto, la postura antisistema de Bonhoeffer nada tenía que ver con la de la mayoría de los pastores protestantes, paralizados por la veneración del Estado típica del luteranismo. Las diatribas de Bonhoeffer contra la complicidad de la Iglesia luterana alemana con la opresión y el crimen fueron demoledoras.

Tal vez por eso, Bonhoeffer llegó a reflexionar sobre un "cristianismo sin religión". La Iglesia alemana se había venido abajo con el nazismo; al punto de que la religión, tal y como había sido vivida hasta entonces, había quedado a su juicio obsoleta. No tuvo tiempo de desarrollar más esta idea, pero, encerrado en una prisión de la Gestapo, este hombre educado en la imitación completa de Jesús se daba cuenta de que pensar sobre Dios llevaba a la abstracción y a la idolatría si ese pensamiento no estaba anclado en la historia, el sufrimiento y la religión de los judíos.

En suma, la biografía de Dietrich Bonhoeffer que nos ofrece el profesor norteamericano Charles Marsh es un libro que llega directamente al corazón. Y resulta de imprescindible lectura por su fuerza y su belleza.

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